22 de noviembre de 2012

Hoy viernes: Ser el todo (16/11/2012)



Ser gente, ser calle, ser pueblo, una voluntad en puño o en racimo. No imagino lo que tiene que ser salir a la calle, con decenas de miles de personas, con el engreimiento del número y la razón. Yo sólo he estado en manifestaciones para cubrirlas, y había motivos o sólo romería, y la gente pedía cosas o sólo era una excreción de rabia o chicle. Pero siempre pensaba lo mismo: hay una trampa autorreferencial en esto del poder de las multitudes, parecida a la que usan los nacionalismos. La falacia de que una nación está compuesta por los que creen que existe esa nación, o sea los nacionalistas, convierte a éstos automáticamente no ya en mayoría, sino en totalidad. Y el que no participa de esa opinión, queda fuera del constructo, de la Patria. Igual, si el pueblo se define como los que salen a la calle con esa conciencia de pueblo, está claro que ellos son todo el pueblo. Los demás están fuera. Son derechones o banqueros o explotadores o esquiroles. Pero esquiroles políticos o ideológicos, esquiroles de la condición ciudadana. La gente no salía a la calle el miércoles porque tenía razón, sino al contrario: la gente tenía razón por ser los que salían a la calle. Ésa era la lógica.

Siempre hay una tonta disputa de números en las huelgas y las manifestaciones. Es una distracción inútil y numismática porque, en realidad, los números no importan cuando se ha llegado a la conclusión de que se es el todo, de que se es la nación o el pueblo ‘verdaderos’. Podrían haber hecho huelga o salir a la calle un millón más o un millón menos, y esa conciencia no variaría. Por eso estas huelgas siempre son un éxito. Aunque el PSOE se haya arrimado por interés (poner a Rajoy como enemigo del pueblo –de nuevo Ibsen), es la izquierda eternal y retrocomunista la que sigue cobijando con más tenacidad y nostalgia esta idea de que ellos, su clase, son el pueblo, y por tanto, sus ideas son también las del pueblo. Por eso, más que el voto, con el que nunca ganan, valoran la lucha, la pelea, la fuerza. Las ven como las únicas armas del pueblo verdadero contra el poderoso anti-pueblo (capitalismo, sistema), ya que lo que llamamos democracia forma parte de ese mismo sistema enemigo y perverso. El sistema, con sus reglas y leyes y dueños, está diseñado para aplastar y someter al pueblo, de manera que es imposible ganar con votos, en las urnas. Hay que ganar en la calle. Hay que ganar en la guerra. Y ya está. Una vez que se admite la razón de guerra, cualquier otra consideración política o ética está de más. Ser calle, ser pueblo, ser ese todo. Y sentir ese poder, esa guerra, ese enemigo. La borrachera de la batalla. Guerra justa, dirán. ¿Acaso hay alguien que no crea que su guerra sea justa? Pero ellos no son el todo. No son el pueblo. Y no son la democracia. Son lo contrario. La historia lo sabe bien. A adorar ese ‘ser el todo’ se le llama totalitarismo.

No hay comentarios: