Lo de Chaves no es exactamente el optimismo de Zapatero, que se viste cada día ayudado por pajarillos igual que Cenicienta. Lo de Chaves me recuerda más a esa costumbre china que contaba Frazer, la de regalar a los ancianos una túnica de seda azul con la palabra “longevidad” bordada en oro, ingenua magia simpatética (“simpática” sería mejor traducción, pero esta palabra tiene otras connotaciones) para espantar a la muerte, pero que en realidad es un anuncio de mortaja. Lo de Chaves es ese cumpleaños de abuelo chino, luciendo con alegría un regalo que apesta a tumba cercana. No, Chaves no tiene en sus manos lo que Zapatero. Zapatero cogió a España en la cumbre de su “milagro económico” (“Spain: The party is over”, titulaba hace poco The Economist), milagro en el que ya colaboraron otros, milagro un poco tramposo apoyado en la burbuja de la construcción, milagro que ahora se ha desfondado por nuestras debilidades estructurales y el ventarrón de la crisis internacional. Pero Chaves ha tenido durante lustros una Andalucía que no ha sabido aupar en la bonanza, desperdiciando los fondos europeos, enfocándose en construir una gigantesca maquinaria política a base de clientelismo y subvenciones, engordando la burocracia y la enfermiza dependencia de la Junta, sin crear verdadera riqueza ni un tejido socioeconómico que la hiciera posible. No hubo aquí ese “milagro”, sino un dejarse arrastrar por la inercia ajena que sí, ha conseguido crecimiento, pero no el suficiente, no el que se podría haber alcanzado con otro modelo de eficiencia y austeridad. En esta crisis, Chaves tiene la Andalucía que ellos mismos hicieron, colista, pobre, dependiente, inculta, manirrota en lujos, propaganda y pompas políticas, con una administración autonómica desmesurada, sin centros económicos de decisión, sin horizonte por el que crecer. Tenemos un sector primario excesivo y en crisis hace mucho tiempo (como en toda Europa), una industria enclenque y un sector servicios donde tiene demasiado peso ese camarerismo turístico con el que siempre quieren salvarnos. Zapatero quizá puede ser aún optimista porque hay una España que no se parece a Andalucía. Chaves sólo puede sonreír forzadamente, ya ahigado, fracasado, desahuciado. Ésa es su herencia tras tantos años, el fracaso sonriente.
Chaves con su “vestido de longevidad” como lo llaman los chinos, Chaves entre los dragones de la superstición mágica, llamaba el otro día a la “confianza”, pero sólo transparentaba enfermedad, cansancio, impotencia y formoles. Tras su discurso, parecía que únicamente quedaba cerrar las ventanas y esperar a que llegara la muerte, apagando las últimas velas y deshilando por fin las mentiras tan bien bordadas.
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