9 de abril de 2009

Los días persiguiéndose: Muerte de ZP (9/04/2009)


No es Chaves. Es un estilo de autonomía, un manual de política, un modelo de partitocracia. Si esto les funcionaba, no era porque su cabeza de león reinante se enmarcara en el sol, sino por la estructura de un partido omnipresente, todopoderoso, proveyente, con todos los atributos divinos, instalado y vigilante de cada pequeño aspecto de la vida andaluza, premiando a sumisos, castigando a rebeldes, otorgando prebendas, hipotecando favores... La burocracia infinita, el clientelismo bien cebado, el nepotismo orondo, la propaganda folclórica, la guardarropía de todas las mentiras, la estrategia de la estupidización, la velocidad de lo parado, el cortijerismo de Andalucía en su provecho mientras aquí permanecíamos pobres, incultos y rientes. No es Chaves, al que se pueden llevar a lujosas horcas, retiros austrinos, pudrideros de Madrid, a esa manera de morir de gala que ofrecen los ministerios. Lo que queda aquí es lo mismo con otro nombre, otro mayoral. Nunca pensé que el día en que Chaves fuera ex presidente Andalucía seguiría igual de quieta. Pero sólo he visto fantasmas relevándose y un dormir siguiendo a otro dormir. Ni revoluciones ni cataclismos. Aquí continúan Griñán y Pizarro, los dioscuros del mismo sociatismo; aquí continúa Andalucía con sus harapos y sus dueños.

Se llevaron a Chaves como al lorito de la casa, sin que nada más haya cambiado, y me sorprendí indiferente ante la caída de su estatua. Chaves se iba pero no oí las campanas que imaginaba, el derrumbe de los palacios ni la primavera brotando. Sólo podía fijarme en Zapatero, verdadero muerto del día, más que el propio Chaves. Chaves defenestrado no era más que una anécdota al lado del espectáculo terrible de Zapatero haciéndose cenizas o condenándonos a las cenizas a todos. Zapatero ha formado un Gobierno de cáscaras del PSOE. En esta época de crisis, angustia y desesperanza, veía cómo un presidente era capaz de diseñar un Gobierno no con la intención de salvar al país, sino de enterrar cadáveres socialistas, mover sus fichas de partido, colocar a sus fieles, reordenar trincheras, pagar favores. Todo un ministerio para dar salida a Chaves, otro regalado al lobby de los actores, que ya serán juez y parte; nada menos que el de Economía entregado a poco más que un ujier, a una burócrata sin perfil ni altura; otros dos más de agradecimiento coleguil: el juego de médicos para Trini y la monumental cartera de Fomento para Blanco, con inquietantes lindes entre el dinero y la organización del partido... Fue más que una decepción para un socialdemócrata como yo, fue casi sentir una traición. Si aún podía quedarme un leve residuo de simpatía por el Buda del talante, por el ingenuo flautista de la paz y el diálogo, acabó con esa sumisión del Ejecutivo a prioridades de partido, con ese desprecio a la situación de emergencia que vivimos para limitarse a arreglar su jardín privado. Zapatero ha desperdiciado la última oportunidad de afrontar la crisis con rigor y valentía para enrocarse entre su guardia pretoriana y la dignificación de las agonizantes pestosidades del felipismo. Es un nuevo Gobierno nefasto, incomprensible, desengañador. Pensé que en un día como éste tendría que hacer un artículo de despedida a Chaves y de bienvenida a una nueva era para Andalucía. Pero al que puedo declarar muerto, suicida en su ópera, es a Zapatero. Por mí, acabaron su tiempo de las flores y su música de las sonrisas. Incluso sin Chaves, en Andalucía queda lo de siempre. En España, gracias a Zapatero, esta Semana Santa parece que pasea más que nunca sus cementerios.

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