24 de abril de 2009

Los días persiguiéndose: Viejos odres (23/04/2009)

A ver si ahora nos vamos a enamorar de Griñán porque haga un discurso de fallera, porque se parezca a Juan Pardo o porque lo llamen Pepe como al camarero. Uno creía que habíamos aprendido que el talantismo, la posturita, el verbo apetalado y esa concordia de brindis de sobremesa, pero sin sustancia, sin contenido, sin intención, eran aún más peligrosos que la marrullería (el decepcionante zapaterismo nos lo ha demostrado). Sin embargo, se diría que han bastado cuatro rimas y revoleras de Griñán para que hasta en este periódico los editoriales y los columnistas se destiñan o arrebolen. Parece que se olvida que Pepe Griñán, especie de tito después del padre (ese padre “que no se ha muerto ni se ha ido”, dijo Zarrías), ha sido el cerebro económico de esta Andalucía que va hacia el millón de parados, que se ha llevado tantos años como Chaves engrasando la máquina del Régimen, que está puesto ahí por las mismas manos de siempre que amontonaban nuestras nubes y que ha llegado al balcón sin que nada fundamental en el PSOE andaluz haya cambiado, ni aún temblado levemente. Vamos a tener un presidente, dicen, más leído y más operístico, pero eso sólo significa que seguirá cantando mientras nos apuñalan. En ese duelo o dúo parlamentario entre el tenor y el bajo (en las óperas, el bajo suele ser el malo), a Griñán lo acompañarán los violines y a Arenas el fagot o la tuba. Pero ni Griñán ha llegado como Lohengrin ni ha caído el Valhalla de este PSOE morrocotudo, que debe su poder a antiguas runas.

Griñán hizo un discurso de investidura lleno de pajarillos y pífanos, pero ayer vimos, en sus réplicas a Arenas, que todo fue una pose: siguió acusándole de estar “obsesionado con Chaves”, de “perder elecciones” y de “estar instalado en el pasado”; se dedicó a feos ataques personales (lo que Arenas llamó “picotazos”) en lugar de contestar a las preguntas y, en fin, el que Arenas se equivocara constantemente llamándole “señor Chaves” pareció cada vez más justificado, pues en verdad era otro Chaves sin afeitar y sin dislalia. De repente todo el talante se transformaba en chulería, resucitaba esa “superioridad moral” que el día anterior había criticado y, así, su primer discurso quedó ya comido por los ratoncitos apenas veinticuatro horas después. Quizá le llamaron al orden, quizá despidió pronto a las hadas que le inspiraron, quizá han sido muchos años de boxeo para pasar sin transición a los madrigales.

El cambio es una palabra barata, suelo decir yo. Cambio pretendió ser el mismo Chaves sin más que mudarse de corbata de lustro en lustro. Griñán subió a la tribuna como una novia demasiado vieja para ser virgen y aun así querían (queríamos) creerlo. Pero el cambio en este PSOE andaluz no puede venir de que Madrid se lleve a una gárgola ni de que un padrino de las mismas batallitas sustituya al padre y se limite a poner su acento a antiguas mentiras y abusos. Sigo pensando que sólo una derrota podría purificarlos, sólo dejar el poder podría salvar a la socialdemocracia en Andalucía, tan agusanada. Entonces otra generación y otros modos tomarían su lugar, y hasta podrían ser verdad sus discursos floreales. Con Griñán, no lo creo. Demasiado pronto algunos se enamoraron de Griñán y demasiado pronto llegó el desengaño. El vino nuevo y los viejos odres, o al revés... No me digan que no queda rancio que nos traigan ahora a Juan Pardo cantando al amor achampanado.

1 comentario:

Rita dijo...

Una gran verdad, pero...que le vamos a hacer...