He repasado los eslóganes del PSOE aquí, siempre como en gradiente: Andalucía “imparable”, “al máximo” o “de más a más”. Cantaban al movimiento porque se veían parados, se iban hacia las segundas derivadas por negar su horizontal y constante linealidad. Y sin embargo, su último eslogan, que he visto en una foto con Chaves encastillado, es diferente: “Saber que podemos”. No es ya un eslogan vertiginoso, sino que parece asumir su quietud, aunque haciendo de ella una sabiduría. Es como imitar el “yes, we can” de Obama pero desde la tumbona. Es un matiz importante, porque no es “poder” para ponerse a hacer, sino “saber que pueden”, que parece un paso previo antes de levantarse. Si Aristóteles nos habló de la potencia y el acto, el PSOE se limita a tomar conciencia de esa potencia para seguir contemplándose parado. Aun así, tiene cierto sentido que el PSOE andaluz, tan telarañoso, se ponga levemente aristotélico. La modernidad necesitó matar a Aristóteles. Es precisamente contra la física y la lógica de Aristóteles que pudo nacer el pensamiento moderno. Con Galileo primero, que posibilita la explicación mecánica del mundo natural; con Descartes luego, que la amplía y además establece el principio de subjetividad racional; y para qué hablar de lo que quedaría de la lógica aristotélica tras Russell, de la “potencia” y el “acto” después de la fenomenología o de Sartre. Aún mas atrás que Aristóteles, el PSOE se queda en la pre-potencia (el guión lo hace más significativo). Su eslogan medio aristotélico es tan pre-moderno como su política, hecha de atrasar relojes y de retorcer la lógica o pensarla acostado, igual que Aristóteles su física. Toda metafísica implica hoy, ya, una teoría del conocimiento. Toda política implica hoy, ya, sólo la alegre venta de banalidad. En realidad, nadie del PSOE pensaba tan hondo cuando sacaron ese nuevo eslogan para su negocio.
13 de julio de 2009
Los días persiguiéndose: El eslogan (2/07/2009)
Hemos visto a Michael Jackson morir con uniforme de húsar, con su lujo de unicornios por su casa, con ese oro de chocolate de los niños. Hemos visto a Kaká comulgado por el madridismo, vendido en obleas o calcetines carísimos. Nos espantan los millones que valen un hombre y un póster, pero todo es dinero y negocio, en la tierra y en el cielo, en el arte, el espectáculo, la religión y la política. Hasta Dios vale lo que sus estadios y su clientela. Esta crisis económica llama mucho a esa demagogia en la que se pesan los parados contra los pies y guantes de diamantes de futbolistas o bailarines. Pero eso es la industria, eso es el mercado, un producto a la venta, un saco por llenar que puede ser humano, metálico, transparente o incluso inexistente. Los discos de Michael Jackson tenían música y espejos; el Real Madrid tiene otra vez modelos núbiles y soles lavanderos en el aire; la política tiene, como últimamente, el eslogan y el milagro. Y eso es lo que se vende, eso es lo que compra el pueblo cueste lo que cueste, y así se van transformando los iconos en ganancias. Me paro hoy en los atriles y cartelones del PSOE andaluz, cuando tras ellos sólo hablan cabezas cortadas. La política empequeñecida, infantilizada, no vale como idea, igual que no valen como mera carne el esqueleto de Jackson o las alas de Kaká. La política, igual que estos hombres-imperio, vale como producto, marca, magia, sentimentalismo y flash. Y si, para la inmortalidad o la facturación, Jackson necesitaba un chasquido y Kaká un cromo, la política necesita, por todo, un eslogan.
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