
Los socialistas resisten, los socialistas se inmolan, los socialistas se defienden, los socialistas se empujan hacia la silla o hacia la ventana, los socialistas buscan un príncipe para reinar en la sola mañana de su guillotina. El que haya de llegar luego, para la siguiente reconquista, aún no lo conocen. Rubalcaba taponará la herida con sus manos y babas de viejo sapo político, pero luego, ¿qué? El zapaterismo está acabado y el felipismo no puede durar ni como arqueología. Si Griñán pierde aquí, las dos generaciones morirán, curiosamente, a la vez. Entonces veremos qué nueva socialdemocracia puede surgir, y si es capaz de dejar atrás los esqueletos de los unos y las memeces de los otros.
Los socialistas sufren, los socialistas se dignifican, los socialistas piden ahora más una madre que una victoria. Pero aún es pronto para eso. El PSOE vivirá un interregno mientras el PP estará gobernando con sus contables y sus monjas, que es lo que ocurrirá. Y los socialistas no podrán recurrir a la épica del obreraje, como antaño, ni al ingenuo o cobarde buenismo dormilón de Zapatero, ya prescritos por la historia y por el error. Tendrán que inventarse una nueva socialdemocracia moderna, realista, laica, comprometida, meritocrática, honrada, cohesionadora y descargada de venganzas y mitos terreros del pasado. Pero ahora, en España y en Andalucía, el socialismo son unos ninis y unos señoritos.
Le escuché a Griñán estas declaraciones durante la convención de Zaragoza: “Estamos construyendo sueños que harán realidad nuestros hijos y nuestros nietos. Eso es fundamentalmente lo que hacemos los socialistas con nuestras políticas, crear un marco futuro ilusionante para todos”. Además de llegar ya muy tarde con estas campanillas de hadas y de volver a ofrecernos futuro empeñado, es que precisamente son ellos los que sabemos que no podrán llevar a cabo eso. Han demostrado con hechos que, entre la flojera, la autocomplacencia, la torpeza, la codicia, el sectarismo, la ignorancia, la ñoñería y el escaparatismo, sólo pueden darnos lo que tenemos ahora: el fracaso. Tendrán que ser otros, quizá otros socialistas que aún no vemos.
Los socialistas se mueren, los socialistas se purgan, los socialistas se duelen, los socialistas se buscan. Se les van sus duros generalones y sus leves flautistas, se los lleva el pueblo desencantado igual que hormigas hacia su agujero, ala a ala. Quizá de vez en cuando un partido tiene que pasar por ese incendio, esa purificación de la derrota, para que pueda surgir algo nuevo y esperanzador. Yo esperaré a esa nueva socialdemocracia, si tiene la valentía de salir. Pero antes veremos carros de cadáveres, últimos lamentos, manos de ahogados, caciques vencidos y muchos hospitales de soldados y locos y enamorados.
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