
Con todo
esto yo quería decir que Merkel no podrá resistirse a Valderas. Merkel se ha
topado con el bandolero ligón, ladrón de los corazones y los anillos de los
mercados, romántico que se lleva a la sierra un queso y una cantinera, bello
salvaje que doma el capitalismo y derrite su oro con los ojos. Merkel no sabe
que está vencida con la primera cabalgada del poeta del comunismo. Un hombre
que sólo tiene el dinero de la luna y el palacio de la noche es irresistible.
Con olor a hierba y la camisa rajada, Valderas tomará a la reina del ultraliberalismo,
la raptará de sus economistas usureros, de su ideología de la continencia y el
frío, y le mostrará el sol del sur que alimenta a sus hijos en los estanques y
a los hombres hermanados como en una cacería de los sueños, mientras Griñán el
bardo recita en las copas de los árboles que otro mundo es posible y que los
pájaros no necesitan prestamistas. Y la sangre vencerá al hielo, y el vino
azucarado hará reír a la gran dominátrix, y los bancos norteños llorarán su
felonía.
Esta
izquierda no será la resistencia, sino la seducción. Merkel y su capitalismo de
faja tienen la batalla perdida, aunque no se dan cuenta aún. Merkel todavía
resiste, teme al amor irremediable, a ese bandido que sabe que deseará, a la
izquierda que va a conquistar su alma y su tierra desde Andalucía. Valderas
cuenta con la historia, las alemanas que fueron vencidas en estas orillas, la
pasión que siempre doblega a la razón, el pequeño español que termina trepando
a las trenzas altas y orgullosas de esas mujeres hiperbóreas con cuerpo y ojos
de minería. Merkel nunca imaginó caer así, ante el español soñador y marinero
que hace una guerra que no es del dinero sino del amor. Merkel y todo el
capitalismo de Europa terminarán rendidos en los brazos de Valderas. Y le
cantarán algo que suena como “dabadaba”...
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