15 de enero de 2007

Somos Zapping 14/01/2007

Armas arrojadizas. Quien quiera hoy guantes blancos y buenas maneras en la mesa, que se aleje de la política. Esto es la guerra desde que por Atocha pasó el Diablo como un armadillo de hierro, fuego y odio. Los muertos de carne trajeron otros tras los pisapapeles del poder y hay juramentos de venganza y aniquilación entre ellos bajo la luna gitana de España, rodaja de sangre. Por eso tuve que sonreír al escuchar en las noticias de la semana dos llamamientos, de Chaves y de Zarrías, a no usar como “arma arrojadiza” tal o cual asuntillo. Cuando la política quiere llegar al hueso del otro, cuando arden los taxis en mañanas de arrebato y se levantan los viejos fusilados para devolver las balas y los dientes arrancados, lo que extraña es que queden adoquines en las plazas y los diputados no lleven estoque en el bastón. Chaves hablaba de la fecha del referéndum del Estatuto, el 18 de febrero, “una fecha que quedará para siempre en el calendario de la autonomía andaluza”, según el verbo apostólico que usa Canal Sur en estos casos, e invitaba a que el resultado “no se convierta en arma arrojadiza entre partidos”. Zarrías, que hacía apostillas de esa conferencia de presidentes autonómicos con aires de museo de cera, tampoco quería que se utilizara como “arma arrojadiza” el agua que se guardan o se tragan las regiones, cuando aquí se están trasvasando hasta lágrimas de viudas. Demasiado tarde. Han volado ataúdes, traiciones, patrias, todos los sellos y esquelas de Franco, todos los gorros frigios de los guillotinados. Lo de menos es que vuelen librillos y botijos. Quien quiera hoy paz y deporte, que se aleje de la política. Cierto, sucio y triste.

Es el sol. Parece que el andaluz con guitarra tiene que acabar siempre como un mexicano en una tapia. Se pone él mismo, o los que lo presentan o entrevistan en televisión, pero llega con la silueta hecha al tópico y acaba estampado en la pared con sus corcheas como moscas. El jerezano David DeMaría es uno de esos cantantes que con una guitarra floja ponen igual de flojas a las niñas del lugar, y eso le hace muy artista. Escribe canciones con letras de carpeta de instituto y compone una música de tristeza en su cuarto después de una pelea con la novia en el vespino, pero debe de ser un valor indiscutible de esta tierra porque hasta lo pusieron a presentar en Canal 2 Andalucía, en esas noches como musicalizadas de porros canis y gatos bajistas. El otro día lo llevaron a Espejo público, el programa mañanero de Antena 3, para halagarlo por la esencia de su provincia, que da tanto músico con pulserita y tanta vocación de cantar en la playa a las muchachas. “Es nuestra cultura”, decía él, que son las cosas que nos hacen quedar como una troupe. “Es el sol”, decía una colaboradora gallega. “Anteponemos la calidad de vida”, remataba el cantante, terminando de acomodar la espalda en la tapia. Pues eso, somos los juglares del amor, somos los cantores de la vida con mendrugo, somos el vino del solitario como en aquel poema de Baudelaire, somos una raza agarrada a las harpas y esto es lo que exportamos como único perfume, lo que dan el sol y la tierra de aquí para que luego se tire en los cojines de la televisión como haría un emperador de la artisticidad. Ahora hemos tenido que soportar un programa nefasto lleno de máscaras y pianos de plástico que intenta que no se vuelva a repetir la enojosa vergüenza que para algunos han supuesto los últimos fracasos en Eurovisión, tan puramente andaluces: Las Ketchup, Son de sol, otras muestras de “nuestra cultura”, el producto más feliz de ese “anteponer la calidad de vida”, seguramente. Pero eso es una antigua estafa, aquí no somos más artistas por parecer vagos ni más cíngaros por bebernos la alegría con el hambre. Aunque David DeMaría parezca debérselo todo a esto.

El sello. El primer plano de unos hematomas igual que el detalle de unos valles de Marte, una cámara movediza detrás de policías como poceros de la madrugada, la satisfacción en el morbo de lo más sucio que encontraban por la calle... Lo supe, antes de ver su nombre. Expreso noche, programa que emite Canal Sur como a la hora del asco, tiene de productor ejecutivo a Paco Lobatón. Su sello, el olor de la carne frita, de la basura meneada, de la infección metida por los ojos, lo delataba.

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