8 de enero de 2007

Somos Zapping 31/12/2006

Navidad en Canal Sur. La televisión en Navidad acumula sus postizos, extiende sus desiertos, atraviesa sus roscos en la noche, suelta a sus pastores cagones y a sus borrachos encintados. Entran ganas de asesinar a los muñecos de nieve y a los guionistas de Canal Sur, de fumigar a los triunfitos y a los presentadores, de echar la televisión a la chimenea para que arda como el tocón que es. Veo en la Nochebuena de La Nuestra el mismo teatrillo de colegio de siempre, con sus diálogos infames y una gracia de pies en la mesa. Santi Rodríguez pretende ser una novedad, pero sólo es un bigote como con nata entre otras voces de pito y unos chistes que vienen de su chacina mental. Veo a Ismael Beiro disfrazado de botones o de polvorón, veo el baratillo del artisteo, Son de Sol ya con pelusa en los ombligos, el insufrible Arrebato que parece que está allí siempre encalando los platós. Veo a María Jiménez que forma una conga en su programa especial, con una cabeza que se ha puesto ella entre Tina Turner, medusa y helecho; la veo en un belén de chistosos, con peces mariquitas, con lavanderas como aquella señora que presentaba la lejía Tres Sietes, con reyes magos con las babuchas por debajo de la túnica; la veo invitando a Josemi Rodríguez-Sieiro, ese hombre que va como de doctorado en casitas de muñecas, a que nos enseñe a los catetos de por aquí cómo se usan los cubiertos y cómo se come con la boca cerrada. Veo a Paz Padilla en un engendro que han llamado Nos vamos de fiesta, con el decadente Arévalo, convertido ya en desecho de casino, queriendo hacer de tenor; la veo presentar con orgullo a Carmen Janeiro, que canta por primera vez en televisión y lo hace con un playback muy retocado, atiborrado de filtros, envolventes, reverberaciones y voces superpuestas, hasta hacer parecer que su versión de aquel “Bailando” de Alaska llega desde dentro de un fregadero. Esa Navidad de Canal Sur que nos presenta Rosa, eterna niña chica a la que le han dado ahora un cuerpo de guerrera amazona, esa Navidad de momias en serpentinas, borrachera de vieja y pajes con botijo. Y yo apago la televisión, antes de que le contagie al turrón sus sabor a barreduras.

Epopeya. Hay unos guionistas de cámara y unos enciclopedistas de la épica o la miseria andaluza que están elaborando unos muy educativos reportajes desagraviadores y cantores de esta tierra, por cierto, narrados con un bello acento andaluz que no vemos casi nunca en Canal Sur, pero que a veces, cuando pega con la hagiografía o con el llanto, es un buen recurso. La serie se llama Andalucía es su nombre y, según leo en la programación, su objetivo es “reflejar la identidad de los andaluces y su capacidad para construir su realidad social y política”. El escepticismo me hace sonreír porque con la miseria de Andalucía, con el tráfico de sus lágrimas de pan duro, han hecho su trono los políticos de aquí y cuando recurren a la epopeya regional, al 28-F y al guerrillerismo de este pueblo tirando sus alpargatas, suele ser para infiltrar su patronazgo en el asunto, para identificarse con el heroísmo de todas esas églogas, para vendernos el jardín que ellos trajeron después de una travesía del desierto y, finalmente, pedirnos un voto identitario y salvador en honor de los mártires y los romances de nuestra sufrida tierra. El episodio que vi trataba de explicarnos que no somos vagos y en ello insistían muchos políticos e historiadores. Cierto, y uno añadiría que los verdaderos vagos e indolentes de Andalucía han sido los señoritos, los terratenientes, los latifundistas, ésos a los que la Junta todavía concede medallas. Pero, sin embargo, no puedo dejar de ver, en esos tópicos injustos y dolorosos que soportamos, casi el mismo pecado que en los gloriosos esencialismos comuneros y mosaicos que esta serie parece querer trasladar quizá porque ahora (seamos maliciosos) conviene para hacernos guapo y rescatador el nuevo Estatuto. La lucha de esta tierra, que sigue pobre y en barbecho, no ha terminado con el logro de la Autonomía. Más aún, su ensillonado y eternal gobierno sigue teniendo la culpa de un atraso que nos quieren borrar hablando de la Expo y de los invernaderos de Almería en contraposición a un pasado negro y orteguiano. La serie, en fin, parece hecha desde la cima de una montaña a la que no hemos llegado. Aún así, nos la venden. Aún así, la poetizan en Canal Sur, cómo no, los mismos de siempre y para lo mismo de siempre.

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