30 de abril de 2007

Somos Zapping 29/04/2007

Día del Libro. Día de las flores que se leen o de los libros que se comen, quizá sea eso el Día del Libro. O sea, un intento marchoso de amontonar a los no lectores ante contenedores de papel al peso, pues los lectores de verdad ya leen sin que haya fiesta ni azafatas ni libros vestidos de bombones ni cartelones donde el escritor parece Spiderman. Para el fomento de la lectura uno piensa que hay estrategias más útiles (empezando por mejorar la educación) que montar un día una pescadería de los libros más dorados o empanados. Pero esto sirve para el negocio y para los políticos, que es así como sienten ellos la cultura, como inauguración y transporte de bultos, algo que nada tiene que ver con querer dar cultura de verdad a la sociedad, último interés de la política. Veo el lunes, en el informativo de Canal Sur, la noticia guapeada de ese día en que el pueblo y los políticos se acercan a los libros, el primero como a packs de yogures y los segundos como asomándose un pozo. Pero un reportero, desde Córdoba, ya nos desencanta diciéndonos que “los libros más demandados son los de autoayuda o espirituales”. Da igual, eso a los políticos les da para su homilía cultureta lo mismo que si Habermas estuviera en el número uno de ventas. Y efectivamente, sale luego muy digna y como condecorada de códices la consejera de Cultura de la Junta, Rosa Torres, para soltar esta estupidez: “Un mundo que, estamos convencidos, necesita más que nunca del libro como instrumento común que ayude a apagar las convulsiones y que prodigue entendimientos”. No, mire, señora, eso lo hace un binguito en la casapuerta. Los libros transmiten conocimiento, ciencia, arte, opinión, y no tienen que ser la moral ni el arbitraje social de nada, sino el fruto de la creatividad humana, a veces explosiva y provocadora. Todavía hay una diferencia entre la cultura e ir dando abracitos gratis por la calle, esa moda que ha salido. El caso es que la ñoñería de la consejera tampoco arregla nuestro paupérrimo índice de lectura. Y eso que se incluyen los horóscopos, los diversos códigos Da Vinci y demás basura encuadernada. No merece tanta fiesta esta tristeza.

Feria. ¿Es cultura la feria de Sevilla? Para la consejera Rosa Torres, seguramente tanto como Los osos amorosos. Para mí, pues tanto como es cultura el vudú. Este año, después de más de 15, he vuelto a pisar la feria de Sevilla, animado por buenos amigos que no sé hasta qué punto querían hacer un experimento conmigo, por si acaso me desintegraba como un vampiro al sol. Y qué quieren que les diga, la buena conversación y el tapeo los puedo tener igual sin soportar esa horrible musiquilla y ese olor a establo que pasaba a veces como en un capacho, además del pamplineo y las escalinatas a diferente altura en las que se veía posar a cada uno. En cualquier caso, no sé si resulta más dura la feria desde dentro o al otro lado de la pantalla en la que Canal Sur había puesto, como todos los años, sus mantones, rodillas de morena, jamoncito “de pegarse al riñón” (Cremades dixit) y otras aplaudidas vulgaridades. Un especial intragable con la aceitosa María del Monte y el alfarerismo etnocentrista de Rafael Cremades apestiñaba la noche y, en la pena por nuestra eterna reducción al folclorismo, sólo me hizo reír escuchar a no sé quién cantando esta ridiculez: “...que te mires al espejo antes de criticar a otra persona, a mí me han despellejao...”. Y con razón, hijo... Pero mejor fue Contraportada, no por la exhibición de nudos gordos de corbata, patillas de hacha y méritos de hermandades al conseguir una caseta (“Tú también te tienes que hacer de la Hermandad del Rocío de la Macarena”, le aconsejaba Inmaculada Casal a un invitado). No, es que volvimos a ver a la consejera Rosa Torres teorizar sobre la cultura patria: “Alegrándonos con la alegría (sic) y la felicidad de todos los que vemos por la calle, porque la fiesta es sobre todo un lugar de encuentro entre amigos y para la diversión, y para una consejera de Cultura, que todos los días trabaja para ver si hacemos a los andaluces más felices, este momento es muy satisfactorio”. Cuando le preguntaron si la gente la paraba por la feria para pedirle cosas (¿?), la consejera contestó: “Las peticiones vendrán cuando termine la feria y baje el nivel de felicidad y de satisfacción que se vive”. Después de esto, uno se pregunta: ¿Qué es lo que ofrece la consejera de Cultura? ¿Marihuana?

No hay comentarios: