He visto a Chaves en Florencia, más mareado por el protocolo que por el síndrome de Stendhal, que no sé si Chaves sufrirá esos vahídos, pero me parecería raro como si le pasara a María del Monte. Chaves resulta aún más papal con todo el Renacimiento detrás como rosetón o como corona. En el barroco de Andalucía Chaves está sobredorado y en el Renacimiento de Florencia Chaves está un poco papa gondolero aunque no haya góndolas ni papas. Recuerdo que en el colegio nos decían mucho eso del hombre renacentista “de letras y de armas”, otro topicazo, pero a Chaves no le pega ni la pluma de ganso ni el florete musical, que es otra manera de ir con pluma. Ahora que el socialismo español se queda en el abecedario de la primera cartilla y que han dejado su ideario resumido en una sola letra de roncar o abejear, ver a Chaves ante los altares de Dante o de Boccaccio le hace mudito. Eso, un papa mudo, un rey sin arte, un mendigo bajo una catedral, es lo que parece Chaves en Florencia cuando cree que anda de estadista en el corazón de una Europa extasiada en sus cúpulas. Chaves pasa por Florencia como puede pasar un camión (habrá camiones en Florencia sin que tengan que ser renacentistas), pero duda uno mucho que la ciudad le inspire o le transforme. Sin ser del todo, como he defendido antes, ese darse la vuelta la tierra y el cielo, el Renacimiento sí fue el tránsito del ser humano por hermosas vitrinas hacia su definitiva modernidad. Es ese concepto de estación antes de la modernidad el que hace icónica a Florencia, aún dibujada siempre parada en el mismo siglo, como metonimia del Renacimiento entero. Es ese concepto el que Chaves aún no ha entendido tras todos sus lustros presidenciales. La modernidad de Andalucía no es terminar de pintar el Airbus ni cegarnos a pantallazos de Windows. La modernidad de Andalucía sería otra visión de lo individual, de lo social, de lo intelectual y también de lo político. Ésa es la revolución que necesitamos, más que nuevos pinchazos de la ciencia. Otra manera de concebir Andalucía fuera de su mística, de su estatismo, de su continuo repensarse y copiarse, que es en lo que consiste nuestra particular Edad Media, época monástica de la que no escapamos. Pero Chaves, ni estando dentro del Renacimiento mismo como en su cajón, se dará cuenta de eso.
22 de octubre de 2007
Los días persiguiéndose: Chaves en Florencia (22/10/2007)
Hay que tener cuidado escribiendo sobre Florencia, que siempre marmoliza de cursilería. Sólo hay algo más cursi que sacar la Florencia de los Médicis, y es recurrir a lo de la Atenas de Pericles. Cada vez cree uno menos en ciertos mitos culturales, edades de oro y óperas de la Historia, que no son más que lo que dejan algunos bedeles después de dividir la civilización en salas de museo. El Renacimiento fue un desayuno de pintores en los tejados, fue un mareo de marinos perdidos en esos mapamundis con los continentes como rosas, fue volver a los clásicos pero empezando por su peinado con volutas. Se habla siempre del antropocentrismo renacentista como revolución contra una Edad Media ahogada por la gordura de Dios, pero yo diría que el Renacimiento tiene mucho aún de nostalgia neoplatónica, y fue Platón precisamente el que posibilitó la Edad Media dándole a la teología todo su cuerpo transparente. Ese antropocentrismo colgando aún de las almas platónicas, pues, está incompleto y da un intermedio confuso en la Historia (es un pastiche que se aprecia todavía hasta en Giordano Bruno). Este intermedio sólo empieza a ser otra cosa con Galileo, pero hay que esperar hasta Descartes para que nazca el verdadero hombre moderno. El hombre volando en bicicletas de Da Vinci, el hombre volviendo a medirse en columnas y en señoras como manzanas del Renacimiento, es solamente un anuncio truncado de lo que estaba por venir. También los Borgia son Renacimiento, y eso es bastante menos bello y humanista que el resto de las postales que le hacen a la época.
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