San Telmo es todo un monumento a esta decadencia, pero no es su único síntoma. Ver a Griñán protagonizando una campaña que parece de Chanel Nº 5 es todavía más grave. Nuestros gobernantes ya parecía que se dedicaban sólo a comprarse zapatos caros como Carmen Lomana, pero centrarse en la guapura de Griñán con la que está cayendo, dejar de lado toda la acción política para vendernos sólo el enamoramiento o la creencia en su persona de esa manera entre norcoreana y parisina, eso, definitivamente, es ya indecente. Este Griñán de escaparte o de marquesina del bus, como enseñándonos sin venir a cuento una pierna para publicitar una colonia o un chocolate o un disco o una peluquería, ha terminado de estatuar la decadencia y la fealdad de la casta gobernante andaluza. Eso no es política, eso es la primavera del Corte Inglés, eso es un catálogo de Pronovias, eso es la sonrisa idiota de una azafata de El precio justo o de una teletienda que nos quiere hacer comprar un taladro o una pulsera del horóscopo cuando no hay ni para pan. Griñán como una maja, Griñán como un hada madrina, Griñán como el calvo de la lotería, Griñán como un domador de circo, Griñán como Arguiñano o como Julio Iglesias o como esos horteras de Il divo, Griñán como un vendedor de colchones de látex, no sé, Griñán como cualquier cosa menos como un presidente en medio de los cataclismos de la crisis, la deuda, el hambre o las guerras que ya tenemos o se nos avecinan. A esa imagen de Griñán, poniéndole además de fondo su palacio de nata y crujientes, sólo le faltan unas hombreras con flecos para que únicamente la ridiculez fuera capaz de acallar su impudicia.
Ni ética ni estética, sólo vulgaridad, vanidad, despilfarro, maquillaje, principados de columnatas o tocadores, de pompas o altarcitos; posturitas de torero y un lujo en llamas absurdo y lascivo igual que el orinal de oro y angelotes de una reina. La decadencia de estos gobernantes nuestros aún acarrea salones y pinacotecas, pero ya ha matado a la política y herido a Andalucía toda, que sangra fastuosamente como un armiño acuchillado por orfebres asesinos.
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