3 de mayo de 2010

Somos Zapping: Hablando de cebollas (3/05/2010)

Opinión o verdad. Es su sacerdocio ideológico lo que les empuja, por eso da igual que el programa hable de cebollas. En la nomenclatura logsiana dirían que es un contenido “transversal”. Otros diríamos que nada en Canal Sur sucede, se nombra o se oculta sin servir a los intereses del Partido. Sin embargo, estoy convencido de que muchos en Canal Sur creen que simplemente se comportan y opinan como deben hacerlo los ciudadanos de bien, los andaluces honrados y sanos. Por eso defender a Garzón en un programa campero les parece como defender a las margaritas o al lince, una cosa evidente y natural que sólo podría escandalizar a los malvados. Por eso el corazón justiciero y decente de un presentador no puede reprimirse en repudiar el objetivo atropello a ese héroe del Bien. No porque sea su opinión, insisto, sino precisamente porque piensa que no es sólo una opinión, sino indiscutible verdad. De ahí el gustarse en el gesto, como si defendiera a una damisela. Ocurrió en el programa Tierra y mar, presentado como con una ramita en la boca por Ezequiel Martínez, que tiene algo de zahorí, y al que ya hemos visto zureando mucho al poder (recuerdo una entrevista a la Consejera del ramo para celebrar el fin de año o una nueva era, no sé, y en la que parecía que ella fuera la misma diosa Ceres). Da igual. Podría haber ocurrido en otro programa sobre mascotas, turismo o cocina. En esto de Garzón hay muchas opiniones, y la mía no viene al caso, aunque no es la de un lado ni la del otro. Lo importante (y peligroso) es que algunos ya sienten que sus opiniones particulares son algo más, parte de un pensamiento que merece ser único, de una ideología partidista elevada a moral pública; y que una televisión pagada por todos se encarga de refrendar esta atrocidad, ya venga diseñada desde arriba por el poder político o finja surgir desde abajo, de la expresión a borbotones de las buenas almas ciudadanas. Lo importante (y peligroso) es que nos están diciendo que hay una verdad (la suya) tan Verdad y tan universal que da lo mismo ponerle fondo de noticiarios, molinillos u ovejas.


Donde vive la felicidad. Tenía que llegar este programa como complemento del otro, para terminar de fundir el mundo en su centro, que es Andalucía, lugar que se goza in situ o se añora desde lejos, pero donde la felicidad siempre tiene su casa. En Andaluces por el mundo, los emigrados echan de menos los jamones o las verbenas de su pueblo; el éxito en Nueva York o el dinero en Londres no son nada al lado del sol despatarrado y la alegría simple de los pobres que tenemos la fortuna de disfrutar aquí. Pero faltaba la otra mirada, la del extranjero que ha encontrado en Andalucía el Paraíso, el amor o el dulce, renunciando a una prosperidad artificial o a un cosmopolitismo triste y lluvioso como todo lo que no es andaluz. De esto va Viajeros por Andalucía, presentado por ese Rafael Cremades que es como un panaderito de lo nuestro, donde vi esta semana a una americana convertida a los mostachones de Utrera y a la Virgen del lugar, y a otro señor de Memphis muy adaptado ya a tocar el cajón en una peña flamenca. No faltó, por supuesto, el argumento que lo justifica todo y nos hace insuperables y dichosos: “Aquí se trabaja para vivir y en Memphis se vive para trabajar”, decía él, raro o absurdo en la peña, tan negro y jazzístico, igual que eso de Sabina de un belga por soleares. Juntos los dos programas, son el yin y el yang del catetismo. Somos pobres pero felices, somos la envidia del mundo. Anda ya...


Cultura nocturna. No me creo eso de que Canal Sur se gusta en el folclore pero luego hay una cultura nocturna en Canal Sur 2 para élites con sombrero. No, sólo hay pretensión de ello, aún más ridícula que asumirnos gitanillos. Veo muy tarde en Canal Sur 2 a Manolo Carrasco con su sinfonismo de pajar, toda una orquesta para mozos de cuadra, su Sinfonía Ecuestre malísima, hortera, entre la música de Semana Santa, de majorettes y de cupleteras; él tan de blanco para dirigir ese bodrio lleno de mordentes y arañamientos de tripas (que le pongan a este hombre algo de Mahler o Shostakóvich, a ver si aprende). Veo también allí que adaptan como para un jazz pobre a Mozart y a Brahms mientras unas buenas mozas jaquetonas y torpes intentan un baile medio sexy que parece una función de instituto. ¿Cultura de élite? Para eso hace falta más que un piano blanco (¡qué horror!) entre cagajones y un saxofón con penumbras de estriptis.


Innovación de la semana. En Tecnópolis, unas marujas pasean en camello por Doñana. Lo dicho: aquí las boñigas lo mismo son cultura que innovación.

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