22 de febrero de 2011

Los días persiguiéndose: Morendo (22/02/2011)

En Andalucía los músicos clásicos nos parecen siempre rusos o de por ahí, como si los violines sólo fueran posibles en la tundra. Aquí, como mucho, le tocamos el clarinete a un Cristo, que entonces el instrumento se convierte en un rosario tieso, o pasodobles a las verbenas de los alcaldes, con bandas de pequeños soldaditos de plomo que hacen de la música grifería. Tenemos más que nada una música para acompañar a la viejas y despreciamos u olvidamos la música grande, la eterna, que creemos que sólo pueden tocar y escuchar los mismos muertos que la compusieron. No queremos más que bandas de cornetas que dejen sordos a Dios y a los basureros, charangas para jubilados, pianos que sirvan para que los salte un caballo como en esa cosa horrible de Manolo Carrasco, y luego el folclore arremangado, la copla de tendedero y, por supuesto, el flamenco o flamenquito que nos calienta el corazón a martillazos. Pero aquí las orquestas son escaleras de caoba de palacios extranjeros, las sinfonías son barcos de aire varados muy lejos, la ópera es una tienda de túnicas y puñales, la música de cámara es un reloj de rey en su salón y nuestra cultura musical, en fin, es peor aún que indigente: es ajena.

Yo he estado por esos conservatorios nuestros que tienen luz de arpa, pasillos de manicomio, pianos ataúdes y alma de lavadero, viendo cómo la música sobrevivía descordada, sujetando sus corcheas con tiritas. Recuerdo que todo sonaba con frío, que a lo mejor es así como tienen que vivir los músicos de verdad, ateridos, y para eso los iban preparando. Era como un hospital en el que habían dejado a la música, y en todas las habitaciones iban a morir o habían muerto ya Chopin o Mimí soplando una vela y echando una llave. Conservatorios con desconchones, cajones vacíos e instrumentos en su sarcófago, donde sin embargo seguía viviendo la música como una monja pobre. A pesar del abandono y el desprecio de las administraciones, sonaba de repente un la y, como alrededor de una pequeña hoguera o eucaristía, la música se armaba desde la nada y hacía de un fregadero una catedral. A pesar de las goteras y los políticos, aún parecía que la música resistía. Pero esos músicos con bufanda y astillas y cera en los dedos, ¿qué pueden hacer luego en esta tierra de tonadilleras, ferias y pasopalios?

La Orquesta Joven de Andalucía muere cumpliendo la tradición romántica a la fuerza. Paulino Plata, prestamista que dirige la cultura igual que una tienda de abalorios, se lo da todo al flamenco, a las sevillanas o a la música que escucha Torrente, pero a la OJA le reduce el presupuesto de 850.000 a 250.000 euros. Me da por pensar que los violonchelos, que tienen voz humana y cuerpo y melena de mujer, agonizan ahora en Andalucía como personas de verdad frente a los pitos rocieros, los zapatazos de la raza y el jolgorio del vino sin arte. La gran música, la música eterna, que aquí no es nada, dejará huérfanos dickensianos, estos jóvenes que hasta han salido a la calle a protestar acompañados por compositores muertos y forasteros como ellos. Quizá es la puta calle lo que les espera. Eso, o un cartelón político con más propaganda que utilidad, la Fundación Barenboim, mantenida para que le dé serenatas a Griñán, y que es donde quieren meterlos esquinados y empequeñecidos después de robarles o cascarles el violín y el alma. Deberían haberse dedicado a las sevillanas o a las marchas de Semana Santa. Esto es Andalucía, donde la gran música es ajena, es pecado y es traición. Así acaba nuestra triste partitura: morendo...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

bravo

Anónimo dijo...

GENIAL! Gracias por explicar con palabras nuestra impotencia.
VIVA LA MÚSICA!

Anónimo dijo...

Si señor, así es com se dicen las cosas

Anónimo dijo...

DIOSSS!! alucinante es perfecto!! ojalá lo lea nuestro amigo Paulino¬¬

Anónimo dijo...

Inmejorable...