
No pretendo dármelas de puritano, pero jamás probé la cocaína, ni pienso hacerlo. Ni siquiera soporto los porros, que he fumado pocas veces y me dan fatiga y una borrachera seca que no me gusta nada. Yo soy de cerveza y Jack Daniel's, o de ron especiado y cocacola, bebidos lentamente y con buenas conversaciones y música a ser posible. Y me voy cuando me da la soñera, sin dar la lata con paranoias. La coca condensa un ambiente decadente, obsesivo, sucio, agresivo, putero y gañán que me horroriza. Pero quizá es el ambiente que pega hoy con los arrabales de la política. Las declaraciones del chófer del ex director general de Empleo de la Junta, pues, no me sorprenden. Mangar dinero público y gastárselo en coca es de lo más bajo que puedo concebir, pero no desentona con la calaña de estos chulánganos listillos y cutres que nos han saqueado entre risotadas. Del Gürtel a los ERE, muchos pataleantes y chillones cerditos de Armani, de Audi o de langostino se han cebado y juergueado a nuestra costa. Lo de Francisco Javier Guerrero será verdad o no. Pero, de momento, da para una canción que retrata esta época tan bien como aquellas rumbas carcelarias y aquel rock leñero, cuando el caballo mataba como nunca a la gente en las aceras, las bañeras, los camerinos y los tigres. La canción podría terminar como la de Radiohead: “El crujido de piel de cerdo, el polvo y los gritos, los yuppies negociando, el pánico, el vómito...”.
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