11 de agosto de 2012

Hoy viernes: Curro Jiménez (10/08/2012)


Era como un torero con trabuco, como un barbero artúrico, como un espadachín zarzuelero. En mi infancia televisiva estaban los dibujitos de huérfanos o robots, los hombres de Harrelson que parecían llevar guitarras con punto de mira, los lobos y las rapaces de Félix Rodríguez de la Fuente que cazaban alimañas y cabras de las constelaciones con música de Stravinski, y estaba Curro Jiménez con su banda, como vendimiadores de la sangre y la justicia, como talabarteros vengadores. Su música, creo que de Waldo de los Ríos, aún me funciona como magdalena de Proust en vena. Curro Jiménez, El Algarrobo, El Estudiante… Bandoleros con morral y campesinos con hocino y lavanderas con aguja de moño, todos contra unos franceses escuchimizados y unos caciques gordos que hacían de aquella época nuestro salvaje oeste goyesco.

Ha muerto Sancho Gracia, que no sólo fue Curro Jiménez (yo recuerdo mucho a su Jarabo, aquel asesino endomingado), pero que siempre llevó al personaje como alforja o palafrenero. Hay personajes que se comen al actor igual que hay políticos que se comen a su partido. Y ha muerto Sancho Gracia, actor que hizo añada, silueta de una generación como nuestro toro de las colinas, justo cuando aquí los bandoleros, buenos, justicieros o sólo peludos y montunos, han vuelto a alzarse, aunque más como momias o zombis que han chocado con un tendedero que como vengadores con causa.

Sánchez Gordillo tiene la manta del bandolero y el relente de los descampados, pero le falta algo. Algo que no es un fajín, ni saber hacer un tango con la faca, ni un caballo para llevar gitanas o acuchillados. A Sánchez Gordillo, y a su izquierda, les falta la época. Les falta ese salvaje oeste goyesco. Porque aquí ya no cargan los mamelucos ni se fusila a cantareras. Aquí podemos estar jodidos o cabreados o pobres, pero la Ley no la ha dictado un miguelete y hay derechos que nadie puede raptar y llevarse al monte. No es que no sea posible hablar de una Justicia que está por encima de la Ley. Lo que no se puede pretender es usar el concepto de Justicia para acabar con toda Ley, o hacer que una estampida sea la Ley. La Justicia tampoco se libra de ser una de las muchas abstracciones por las que se han cometido atrocidades y crímenes. O más levemente, simples idioteces. Los bandoleros, románticos como todos los sentimientos generados por las grandes abstracciones, quizá no robaban o luchaban tanto para el pueblo o la libertad como para sus zurrones y su cecina. Curro Jiménez, héroe torerizado y sublimado, era una alegoría conveniente para acomodar patriotismo y cierta versión primitiva de la justicia social en la Transición. Hoy no es que no merezca la pena luchar por ideales, pero un bandolero sólo sería un chori. Por siglo y por esperanza de madurez y mejor democracia, nos sobra Curro Jiménez. Pero, todavía más, nos sobra El Algarrobo.

1 comentario:

pablo dijo...

Una cosa es la ficción y otra cosa es la vida real. Curro Jimenez, gran serie protagonizada por el gran Sancho Gracia, es un personaje con romanticismo, grandeza y humanidad.Nada que ver con Gordillo. Digo lo mismo que Juan Cruz en un artículo de hoy titulado "Curro". "que no se tome el nombre de Curro en vano"