3 de octubre de 2012

Somos Zapping: Por el moño y la pichilla (24/09/2012)



Huevos y prioridades. A Canal Sur le vemos ponerse ya poco a poco las gafitas que tenía Canal Sur 2 (no lo enterrarán con ellas, como a Carrillo). Lo que pasa es que no ha empezado con las de una bibliotecaria ni las de un espeleólogo, sino por esas otras gafas como de manivela, entre Clark Kent y personaje de Alfonso Arús, que son las de Manu Sánchez. Según ha anunciado en Twitter, a partir del 2 de octubre tendrá un programa los martes, miércoles y jueves. Aquí, la verdad, la risa inguinal y el humor de alacenilla siempre han sido un servicio público muy apreciado: nos oxigena la autocomplacencia y nos drena la miseria, al gusto del poder. Manu Sánchez quiere hacer humor inteligente pero casi siempre termina en un huevo. O se tiene que remontar a los visigodos para no sacar un pelo pichón o el hule de la cocina de su casa (y aun así, los saca a veces, como en gótico). Pero es un humor sin insolencia, sin riesgo, un humor abrigado y comodón. Manu sólo echa cojones a los norteños bocazas. Hace imitaciones de Rajoy sorbiéndose la lengua pero yo no le he visto hacer de Chaves o de Griñán. Ni tampoco una pizarra sobre los ERE. He dicho muchas veces que me felicitaré de nuestra salud democrática, humorística y televisiva cuando en Canal Sur sea posible un programa satírico de la calidad y la valentía de Vaya semanita, el de la ETB, capaz de hacer teleñecos con los batasunos (‘Los Batasunis’), de ridiculizar a todos los partidos en fila de a uno y de tomarse a chota la pomposa y delicada idiosincrasia vasca… Y en Euskadi, que no es Dos Hermanas… Eso sí son huevos, Manu, no hacer una pizarra sobre el ciclo del agua. Canal Sur se estrecha pero salva ese humor también encogido, además de blandito y apeluchado, que eleva a la categoría de servicio público en esta selección impuesta por el desalojo de Canal Sur 2. Dice mucho sobre el espíritu que anima esta revolución de RTVA el hecho de que los primeros programas dados por seguros en la nueva etapa hayan sido la copla, en alguna versión abaratada, y lo de Manu Sánchez. Canal Sur coge el servicio público por el moño y por la pichilla y nos muestra cuáles son sus prioridades. Yo no esperaba otra cosa. Ni siquiera disimulo.


Las Chochis. Que el programa Veraneantes empiece con esa música de españolito bigotón persiguiendo a sueca (elijan letra: “parapara” o “dabadaba”), que nos lo presenten con un paisano bebiendo de botijo en la playa, y que luego nos anuncien las aventuras de Las Chochis en la Costa del Sol, podría parecer un intento de parodia amarga, como un Torrente que dirigiera Paco León. Pero no, todo esto, y lo que vino después, que creo que sólo puedo describir juntado panceta, pajar, sobaco, polígono, lobotomía, ladilla, rebaba, pezuña pantalonera y dibujo de retrete de bar; todo esto, decía, nos lo ofrecía el programa con la satisfacción y seriedad con que un chiringuito te ofrece sus pimientos rebozados en arena. Las Chochis, que son chonis con un par de letras cambiadas para darle más olor a pescado a su estilo, son las “escaparatistas más alocadas del planeta”, tres chicas y un chico entre el botellón y la despedida de soltera cani, y cuyas aventuras está por lo visto narrando el programa por episodios. No sé en los otros, pero en éste se dedican a evaluar los culos de los jockeys del hipódromo de Mijas (el chico decía “disc-jockey”) y terminan montándose en un burro al que el ambientillo le hace ponerse bastante tenso. Vamos, que el burro se empalmó y las gracias y las risas se fundían con la cosa del animal allí en primer plano. Fue como si la habitual vulgaridad de Canal Sur la hubieran conseguido hacer olorosa, como si Canal Sur nos hubiera meado de verdad el salón desde un establo allí en la tele. Hubo un momento en que estas Chochis posaban haciendo morritos en el hipódromo, frente a carteles con logotipos de la Junta. Pensé que era como el photocall al que habían llamado a desfilar a lo que han hecho con los andaluces, después de alimentar, aplaudir y engrandecer durante tantos años la ordinariez. Y además, cobrarla. En dinero y en votos.

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