6 de diciembre de 2012

Hoy viernes: El buey y la mula (23/11/2012)


Contaba el padre agustino Giorgi, allá por el siglo XVIII, que cuando fue a convertir a los tibetanos al cristianismo se encontró con que allí ya adoraban desde hacía mucho a “un dios bajado del cielo, nacido de una virgen de familia real y muerto para redimir al género humano”. “¿Para qué nos vamos a convertir al cristianismo, si ya tenemos unas creencias idénticas a las vuestras, y además mucho más antiguas?”, le dijeron al estupefacto evangelizador. El Papa anda desmontando el portal de Belén como el cerrajero de Dios, no sabemos por qué purismos, y le ha quitado la santidad pacífica y ancestral del buey y la mula. Pero Ratzinger está queriendo vaciar el mar con un cubo, de una manera muy agustina. Primero, porque las historias de los dioses tienen más que ver con mitos arquetípicos que con sucesos reales o creíbles, como nos ilustra la anécdota anterior. Y segundo, porque la tradición normalmente es más poderosa que el hecho, y una alegoría más perdurable que lo que la motivó. Los animales amables significan legitimidad del recién nacido, por aquella salvaje costumbre antigua de exponer a los hijos de padre dudoso a las alimañas o a las aguas. Ahora, el buey y la mula quizá son ya sólo pisapapeles del Espíritu Santo, pero esto es anecdótico. Si a la imagen del portalito le empezaran a quitar todos los símbolos (además de los malentendidos históricos, geográficos o lingüísticos), no quedaría ni una puntilla. Puede que el Papa lo haya hecho creyendo que al señalar un error en ese retablo le otorga más solidez a lo que queda. Pero los mitos tienen una verdad que no necesita ser verdad, los Evangelios no se ponen de acuerdo ni entre ellos y hace mucho que nos dimos cuenta de que todo eso va de creer porque se decide creer, no porque a un dios lo certifique un perito del ayuntamiento.

Con dioses de barro y pan, con estrellas marinas en un cielo de cartulina, con luz en las narices de las nubes, con árboles que llevan sombrero de caramelo, con pastores que pasan falsamente todo nuestro frío, hemos hecho la Navidad, una caja de símbolos dentro de otra caja de símbolos. El portal de Belén es una especie de molino que resume simbólicamente el cristianismo y ponerse a evaluar la verdad del buey y la mula a uno le parece como querer hacer teología con el caganer. Los belenistas de aquí, a los que sólo les falta un equipo de fútbol, no sé si perderán el Cielo por poner a los animales expulsados ahora por el Papa. Pero una excomunión de animales quizá sea tan ridícula como una cruzada por su santidad. A veces no vemos la realidad ni su sentido, sólo el espantajo o trasunto que nos ponen ante los ojos. A veces no llegamos ni al símbolo, sólo a su cerámica. A veces, vamos a evangelizar un Tíbet y resulta que nuestros dioses imitan a los suyos. Y yo estaba hablando del buey y la mula, pero quizá pensaba en nuestra democracia. A lo mejor un partido político es otro portal de Belén.

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