19 de diciembre de 2012

Somos Zapping: El tema del hecho de gobernar (17/12/2012)




Simiente mental. Diego Valderas, grumete de la Junta, paseante descolocado entre el vientecillo de la calle y las papales suavidades del despacho, está haciendo una política de revolución radiofónica y de tirar parados contra los escaparates a la vez que alimenta, sostiene, despioja y abrillanta la plata al PSOE andaluz. La izquierda antisistema dentro del sistema no puede dar más que pintadas y carriles bici, mientras se quita el hambre tragando pelusa de las alfombras, colocando mochileros en oficinas intermedias y soñando con aumentar sus votos. La verdad, no sé para qué quieren votos si ellos no creen en esa trampa del sistema, sino en la lucha, en los contenedores bocabajo y en un barbudo que pare un convoy de hormigoneras. O puede que digan eso, pero luego quieran lo que todos, ese calorcillo de mamá osa de la política institucional. El caso es que Valderas estuvo en La noche en 24 horas, de TVE, intentando lidiar con todas esas contradicciones como con su peluca de mármol. Valderas se atranca mucho, no sólo con las ideologías y sus cancillerías, sino con el idioma y con la lógica. Con Valderas siempre es como si hablara un entrenador de fútbol sala, o algo así, al que han hecho Vicepresidente de la Junta. O es el signo de estos tiempos, con esa izquierda desmadejada, con esa revolución de candeladas de la gente, los cristales o la inteligencia; con esa decadencia de la política exhibiéndose despelotada. Y suelto toda esta retahíla porque Diego Valderas, Vicepresidente de la Junta, en la televisión pública española, resumió todos sus afanes y planes en esta frase: “Tenemos que ponernos en el tema del hecho de gobernar”. Imaginen el gobierno que pueda salir de semejante simiente mental. El que tenemos, vamos.


Sonreír, acariciar, no protestar. Juan y Medio es ese sillón de todos los abuelos y niños. Yo diría que es el sillón de toda Andalucía, en el que nos vemos, pequeñitos o ancianos, formando parte de la misma eternidad sentada. Él quiere hacer el bien como a cucharadas, ayudar, dar cariño, pero como con la condición de que no se muevan del sillón, de que se queden como están, de que todos nos quedemos como estamos. Así que todo es un tributo y una recapitulación de las gracias o desgracias que nos hacen lo que somos y que ni se replantean ni se resuelven más que en el confort o la chuchería, en unos pies que se rozan para el viejito o en una pandereta para el niño. Hacerlos felices para que no den la lata. Por eso es un icono del Régimen. De los mejores, de los que sonríen y acarician y no protestan. El otro día le dedicaron un homenaje en el programa, por su cumpleaños, y yo pensaba en eso y en lo que ocurrió hace poco, cuando hablaba con una discapacitada que decía sentirse muy “útil”. “Eres útil –le contestó él-. Con la cantidad de inútiles que hay. Que conocemos unos pocos, ¿eh? Menos mal que esa gente, me quedo tranquilo, que están en el Gobierno y entonces no...”. Gente que sonríe y acaricia y no protesta. Al menos contra la Junta. Porque si tiene que hacer política ante toda Andalucía sentada y enternecida, ya sabemos hacia dónde tira.


Alemanes sevillanos. Falcón es esa serie como de alemanes haciendo de sevillanos que se ha inventado ahora Canal +, en rara coproducción con unos guiris que conocieron en un crucero. Es vulgar en el concepto (serie policiaca sin ninguna originalidad) y pastosa en lo visual, pero lo peor es que es simplemente increíble. Transcurre en Sevilla, sus personajes se supone que son de allí, aparecen pasopalios y azoteas y bares de tapas, pero la gente, los diálogos, son como de Düsseldorf  o Estocolmo. Escenario sevillí, pero actores extranjeros, doblaje castellanísimo y una producción que se ha documentado en un tablao. Sólo falta Tom Cruise interpretando a un torero. Un ridículo que sorprende tras la estupenda Crematorio. Pero esto nos enseña lo difícil que resulta comprender esta tierra desde fuera. Tan complicadamente exóticos, tan dolorosamente inimitables, como si nadie más pudiera ponerse encima nuestras cicatrices.

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