Ante estas ceremonias de poner orden arriba y abajo, con ascensores llenos de exvotos y dulces de monja para los mártires y con diplomas para espantar los huracanes, cabe un escepticismo al que yo me apunto con matices. No cree uno que en el Cielo espere nadie su cédula de santo para empezar a patrullar por las iglesias. Lo que sí consiguen estas burocracias de la resurrección es hacer un Cielo español como el de José Luis Cuerda, el de su película Así en el cielo como en la tierra, donde la Gloria era un pueblo como castellano, San Pedro un guardia civil y la ira de Dios una señora que daba guantazos. Estas beatificaciones no moverán nada allí arriba pero aquí van haciendo crecer ese Cielo español empezando por las alcobas de vieja y por el Valle de los Caídos, donde ese abad que dice que “lo español y lo católico van unidos” y que “España se sostiene en Dios” tendrá para toda una liga de fútbol de santos patriotas o para una baraja entera de matamoros baturros. Tampoco el cambio climático me convence, ya no sólo como apocalipsis, sino sobre todo como religión, como pose política y como merchandising. Que alguien tan serio e independiente como Manuel Toharia ponga en duda estas emergencias ya sería suficiente para repensarlo. Al Gore, prieto como si guardara sus cataclismos bajo el traje, me parece lleno de fallos y sustos, y veo a muchos científicos asalonados demasiado pendientes del dinero, de la publicidad y de las cátedras que ahora se reparten para el tema. Sigo pensando que aún no tenemos escalas, que los modelos de predicción no son fiables, que no está clara la correlación del CO2 con la temperatura y que, sobre todo, nada vende mejor que el miedo y eso ya merecería cierta prevención. Por otro lado, sin embargo, sé que si los escépticos están equivocados, nos queda poco tiempo para reaccionar. El planeta no va a esperar, como los santos, a que el que manda diga si hay que revivir o terminarse de agusanar.
El Cielo se redecora y la Tierra se resquebraja o no, pero en ambos casos los políticos obtienen su tajada. Ese Cielo español está lleno otra vez de los estancos en los que vive la derecha y esta Tierra sufriente le da a la progresía un gran jardín para trabajar su propia santidad impostada (Chaves saludando a Gore en Sevilla parecía que recibía al Dalai Lama). Ya en la Tabla Smaragdina se decía que “como lo de arriba es lo de abajo, como lo de abajo es lo de arriba”. En ambos sitios hay mucho espacio aún para las mentiras, sus desfiles y sus ganancias.
1 comentario:
Luis Miguel, leyendo esta mañana tu artículo sobre la "viudedad",el de Caraballo lo dejo para más tarde, te propongo salir a buscar nuevas aventuras, otros espacios de Libertad.
Estando en situación más o menos similar, me encontré con este libro que manda el debate de las ideas al siglo XXI.
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