5 de noviembre de 2007

Los días persiguiéndose: Viudo de izquierda (05/11/2007)

Muchos estamos viudos de izquierda y eso se siente en los huesos igual que dormir en una cama vacía de política, grande y salada como la de un almirante sin familia. Los politólogos ya no suelen hablar de estos conceptos, izquierda y derecha, y ahora manejan esquemas vectoriales con dos ejes (libertad económica y libertad personal) donde los partidos e ideologías se ubican en coordenadas como un alpinista. Pero la izquierda y la derecha eran referencias para no equivocarse de acera, de barrio, de parroquia, de cantante, de guateque, que se entendían sin trigonometría, y por eso las siguen utilizando los curritos, las señoronas, los propios políticos que tienden a la simplificación en una sociedad simplificada, los periodistas que en verdad miran a izquierda y a derecha en los bancos parlamentarios, y los sentimentales que ven la política como una novia que tienen desde el colegio, tan fiel y vulgar y ya desenamorada. Uno está sin izquierda porque aquello que fue un día, que se levantó contra los privilegios, la injusticia, las monarquías de Dios y sus pelucas, terminó también en privilegios, injusticia y monarquías del proletariado y sus herrerías; se bañó en sangre, se vistió de mitología, trajo otro vasallaje al Estado convertido en monstruo, confundió la igualdad con la uniformidad, despreció la libertad sometiéndola a un bien común decidido por burócratas y fue tan dañina como el Antiguo Régimen y tan semejante al fascismo que sólo podíamos distinguirla por el color de sus banderas y de sus muertos. Lo que le ha pasado a la izquierda, o a una parte significativa de la izquierda, es que no ha sabido coger la postura de la Democracia, que es algo que ya desde la revolución americana, se pongan como se pongan, no tenía vuelta atrás. Todavía hay un comunismo fracasado que no sabe salir de su cajón de martillos. Y una socialdemocracia que en España pasó de la esperanza a la corrupción, y que ahora se muestra como infantilismo cuando no como régimen dormilón, morrocotudo y propagandista, que es el caso de Andalucía.

Izquierda Unida es la izquierda desubicada, pelona en sus mitos, confusa de tantos herrajes, que va muriendo del nuevo siglo como los telegramas y no se da cuenta. Aquí, Rosa Aguilar pronunció la palabra mágica, refundación, pero la han ahogado pronto entre tribus de novecentistas, afiladores de hoces, cheguevaristas de puestecillo, compañeros del metal, románticos del porro, viejos de puño escayolado, apedreadores de duquesas, flautistas de la izquierda, comunistas de calcetín. Hay como un miedo de matar a los abuelos, de quedarse sin canciones, de vender sus antiguas máquinas de coser heredadas. Así dan una tristeza de circo sin sitio, de viejo circo que sobrevive con payasos orinados y leones con moscas, fuera de tiempo, de moda, a otra velocidad que no es la del mundo, sino la de sus carretas como jaulas y la de sus músicos malos, lentos como factores de estación. Llamazares ha ido bebiéndose su formol, matándose con su partido como un borracho en las últimas. Y ahora, una nueva candidata, Marga Sanz, manda una carta a los militantes en la que llama a un “proyecto de Estado puesto al servicio de la mayoría social” (!) y hace suyas estas palabras de Rossana Rossanda, comunista italiana de posguerra: “La izquierda, o es anticapitalista o no es izquierda”. Esta es la renovación de Izquierda Unida, un embalsamamiento sobre otro. Por eso estoy viudo de izquierda. La mía sería una izquierda laica, republicana, respetuosa con las libertades individuales, que olvidara a los dictadores con guerrera, que enterrara a sus santones, que supiera administrar la solidaridad sin abolir la propiedad, que buscara el progreso sin internarnos en comunas, que se diera cuenta por fin de que el Estado no tiene que ponerse al servicio de la “mayoría social”, sino al servicio de todos, que eso es lo público. Pero me parece que estoy viudo de una izquierda que nunca ha existido. Sólo veo el mismo desfile, apestoso y patético, de momias con bieldos.

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