
En este PSOE andaluz tan igualitario, aún son los hombres los que controlan el aparato, los que fundan clanes, los que hacen la política en su salón de fumar y los que sacan a bailar a las damas. Llamar a las mujeres como a azafatas de la política, entremeter a jovencitas rosáceas entre viejos machos, encargarles las labores auxiliares o de escaparatismo, mientras el mando y el dinero siguen acuartelados en el varón, no me parece un gran avance. Miren las consejerías que llevan las mujeres en Andalucía: Salud, Igualdad y Bienestar Social, Cultura, Educación, Justicia, Medio Ambiente... Otra vez son institutrices, cuidadoras, matronas o jardineras, o como mucho alegorías de ideales, de nuevo la mujer como un óleo. Sólo a Mar Moreno (¿la delfina?) parece que le dan una llave inglesa en Obras Públicas e incluso la consejería de Gobernación de Clara Aguilera suena un poco a disponer la casa. La verdad es que ahora sólo hay una mujer subida a la política hasta sus más altas barbas y no es del PSOE. Se trata, por supuesto, de Esperanza Aguirre, que nunca me ha gustado ideológicamente pero tengo que reconocer que ha ido mucho más allá de cuotas y ayudantías para hacer política con toda la fuerza de esas letras sin que nadie atienda a su sexo, sino a su munición. Ni siquiera el lapsus de Chaves abriendo el debate sucesorio y la posibilidad de una mujer como candidata socialista a la presidencia de la Junta nos sustrae de que hasta Mar Moreno tendría algo de hija heredera y todavía con el tutelaje de su Pigmalión, otra señorita moldeada y adiestrada por un hombre. Aún se lleva a la mujer a la política como al altar, aún el hombre con poder las llama como a mucamitas, aún parecen un secretariado a los pies del macho. Desafortunadamente, queda mucho para la verdadera igualdad. No nos confunden la pose y la tienda de abanicos de esta progresía de feminiles aderezos, achicorias y solecismos. En la foto con sus consejeras, Chaves todavía parecía el sultán.
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