Elegancia. Como no tenemos nada que vender, vendemos nuestras flores de papel. Un escalón más abajo que el arte y que la industria está el diseño. El diseño andaluz, que no es ni fábrica ni estatua, sólo una pequeña gloria de retales, el costurero en que se entretienen los pobres que somos. En Tecnópolis llegaron a enseñarnos como innovación la confección de trajes de novia, pero ahora La Nuestra ha hecho todo un programa dedicado al diseño andaluz, entre la arquitectura y poner la mesa. Veo que el programa visita la casa de Tony Benítez, viejo diseñador de princesas o quizá de banderillas. Cristos en las comoditas, un altar para la duquesa de Alba, muebles y salones como las catedrales de unos gatos. Todo como el mal gusto de un maestrante o de un zar agitanado; decadente y hortera, de una enferma pseudoelegancia pomposa, como un orinal muy adornado. “Se nace siendo elegante”, dice, justificando esa nobleza de la sangre que se da más en ciertos lacayos que en los propios aristócratas. Tony Benítez pinta monigotes en piedras, gitanas y toros; sale a su balcón cada día a saludar a la Giralda como en una estampa de caja de cerillas; se siente encortinado por una manera y un orgullo tapiceros de ser andaluz; cruje en sedas y maderas igual que un moro de su chovinismo. Veo después que el programa muestra un salón de Sevilla ligado a cierto apellido muy conocido, donde los famosos y los principados del dinero y las castas suelen cenar con cubiertos de oro, que es una manera de comer sin hambre, por pura perversidad. Pero yo no podía dejar de pensar en ese hombre y en todo lo que significa, Tony Benítez en el monacato de su kitsch que a él le parece la esencia de la clase y del ser andaluz regia o mantecosamente. Sí, a veces nuestro pueblo es vulgar, y eso da pena. Cuando los vulgares son los que presumen de finura, siento cierta satisfacción de revancha o de justicia.
Homenaje. Día del libro, día del papel al peso. Hace poco me detuve en un centro comercial a mirar el sitio reservado para los libros y sólo sentí ganas de incendiar aquello. No había allí más literatura (la literatura es arte, hay que recordarlo) que en las cajas de cereales. Veo la propaganda institucional que pretende incitar a la lectura y me pregunto para qué, cuando lo que encuentra el pueblo a su alcance es basura aglomerada. Al final, Canal Sur me regala una carcajada. En un titular de las noticias, escriben que hay otra “trava” (sic) en no recuerdo qué asunto. La falta de ortografía casi me resulta tierna. Canal Sur ha sabido hacer un homenaje que está a la altura del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario