El zoo o una bodega, dos sitios donde se reblandece el tiempo y se ahogan flores machacadas. Dos formas de tumba o de intoxicación hacia donde llevan a los parados de Delphi en sus cursos de campamento, en sus merendolas o autocines. Yo estuve un tiempo impartiendo cursos a desempleados, y también a trabajadores y a empresarios. Ordenadores, ofimática, Internet, todo eso que siguen llamando “nuevas tecnologías”... Cuando empezaba, sucumbía a veces a la tentación de apartarme de lo que aparecía en la pantalla para explicar algún principio matemático o físico. Eran los propios alumnos los que me llamaban la atención, con razón, preguntándome para qué les iba a servir a ellos en el curro conocer los fundamentos del sistema binario o de la transmisión de señales digitales. No sé qué hubieran dicho si, jugándose ellos el futuro, les hubiesen llevado al zoo o puesto una película de mamporros. La Junta pretende que los trabajadores de Delphi pasen de los rodamientos a la aviónica, de la fresadora al microchip, pero les montan guarderías, les planean jornadas de guiri o jubilado, los llevan de excursión a alimentar palomas y macacos o a emborracharse de los perfumes lugareños. Y todavía tenemos que soportar el engolado cinismo de personajes como Antonio Pina, especie de vividor del desempleo ajeno, apelando a maniobras y conspiraciones de la derecha para explicar esta tomadura de pelo, este insulto a los parados, esta yincana de millones de euros que los entretiene del sofá al tobogán. Esto, que merecería un motín, mantiene sin embargo a los supuestos izquierdosos callados y en recua.
En el zoo pasta el silencio, se columpia el agua, se peinan las fieras. En el zoo las serpientes se aburguesan y las rapaces parecen sólo corcheas. El zoo es la naturaleza cuando se le lanza un dardo adormecedor y los cazadores se acuestan o se rinden. Cuando el dardo se le lanza a la izquierda, a los sindicatos, a los parados, su domesticación da este panorama de selva sin dientes y de león que bebe en un cántaro, negando en ese gesto todo lo que le quedaba aún de león.
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