9 de octubre de 2008

Los días persiguiéndose: Adelgazar lo público (9/10/2008)

José Antonio Griñán, Consejero de Economía (cargo que en esta Andalucía de pobreza con resol parece sólo el de colillero mayor), ha dicho que no es “muy partidario” de “adelgazar” el sector público. Empezaron usando para la crisis eufemismos locomotores y ya han pasado a soltar puras metáforas del hambre, aunque lo hacen como los gordos. El hambre del necesitado es un contar y un tamborilear sus huesos, mientras que el hambre de los gordos es la bandeja que se dejan con sus propias carnes y morcillas. Sólo ellos, nuestros gobernantes autonómicos, que son gordos de lo público, triperos del presupuesto, culipanderos de su sillón, pueden hablar de “adelgazar” todavía con la boca azucarada, adelgazar por el colesterol o por el tipito, adelgazar como un niño glotón, como Rosa de España o como una novia que no cabe en el vestido, mientras aquí el hambre de verdad extiende telarañas por los bancos, las hipotecas, las grúas, las neveras y los estómagos, y los parados tienen la suya de garbanzos mientras la Junta tiene la del merengue. Adelgazar es una intención de la gula, no de la necesidad; adelgazar es esconderse los pasteles, no es comer junto con las gallinas pan esponjado. Adelgazar es la peor palabra que se puede elegir ante el flaco que sólo puede ser flaco, es exhibir como joyerío lo que les sobra de papada, es soltar un regüeldo de chacina entre comedores de gachas. Griñán dijo “adelgazar” cómo sólo pueden decirlo los zampabollos, porque esa palabra a los muertos de hambre ni les sale pronunciarla, como no le sale al pobre “langosta” o “golf”. Y todavía dijo “adelgazar” para negarse a hacerlo, como si lo hubiera dicho con una rosquilla en la boca y un lamparón de crema en la corbata.

Rabiosos se ponen nuestros orondos mandamases, gordos en el refrito de lo público, si se les intenta quitar las chocolatinas aun en época de crisis. El Observatorio Económico de Andalucía ha recomendado nada menos que dejar en cuatro las consejerías de la Junta y hasta eliminar las diputaciones provinciales, esos inútiles balnearios de enchufados, agradecidos y políticos quemados. Pero Griñán pronto ha dicho que no piensan adelgazar y que ellos se gustan así de redondos y satisfechos, bien criados y enlechados de dinero público. Ayer vieron en este periódico la indecente nómina de “cargos de confianza” de la Diputación de Almería, esos directores de “relaciones con entes supramunicipales”, de “centros de servicios múltiples”, de “prevención del cambio climático” a 3.500 eurazos mensuales. Imaginen lo que sumarán el resto de diputaciones y todas las consejerías, empresas e institutos públicos, consejos, comités y cenáculos. Esto es lo que han hecho con lo público, esta barra libre, esta orgía de gordos. Para ellos, no hay crisis ni dieta. Ahora que el dinero de todos va a salvar a los banqueros, los especuladores, los varios poceros, rebañadores y caníbales del sistema, parece que “lo público” está de moda hasta para los “liberales”, los que creían que el capital moviéndose por su peso era el perpetuum mobile de la riqueza. Griñán ha aprovechado este redescubrimiento o guapeado de lo público para intentar engañarnos con eso de que no se puede “adelgazar” ahora al único rescatador que nos queda. Pero es una falacia. Aquí lo público no es más que un comedero de pajarracos que no salva nada sino la voracidad nocturna de los políticos y sus convidados. En Andalucía, a lo público, mejor que adelgazarlo, habría que pasarle la guillotina o la trituradora. Ahora nos traen metáforas del hambre, mofa de los hartos de comer. Dan asquito como los gordos de María del Monte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ande andarán los articulos nuevos del blog.