5 de octubre de 2008

Somos Zapping 28/09/2008

Dibujitos con cuota. Es como la ministra de los escombros, la jefa de los cajones volcados del Gobierno, especie de grúa de demolición de todo lo que habla y toca. Magdalena Álvarez hace descarrilar las montañas, avolcana las ciudades, erige un caos de vigas y papeles, nos sepulta en barreduras y manda con orgullo y suficiencia en los cristales rotos del Estado. Es un cataclismo enfurruñado, un reguero de pólvora, un gafe con tijeras, una gobernanta a patadas. No sé qué maldición hay en la cuota andaluza de los gobiernos de Zapatero que sólo nos deja demonios de Tasmania como Maleni, abejitas Maya como Carmen Calvo o un tocador de mi pequeño pony como Bibiana Aído. Parece, ya ven, que estamos condenados a ser los dibujitos animados del gabinete. Señoritas Rottenmeier, payasetes con tarta, armaritos de Barbie, sombrillas de Penélope Glamour; piñata de incompetentes, majorettes, chincheteros, columpiadores, huelemargaritas. A Magdalena Álvarez, que parece el ama de llaves quemada de su casa quemada también, la hemos tenido que ver esta semana en todas las televisiones desafiando al diputado del PP Andrés Ayala a que le dijera ciertas cosa “en la calle”. O le traicionó el inconsciente o es que no tiene ni pajolera idea de lo que es la inmunidad parlamentaria, que no se limita al techado del Congreso. El caso es que a la ministra se le descompone la cara con la chulería casi tanto como con la ineptitud. No sé si quedarme con el momento tabernario ante Ayala o con ese vídeo que anda por YouTube en el que decía que “el aeropuerto de Barajas es muy grande” mientras se liaba con los papeles como si fuera Carmen Hornillos. En el Gobierno, los andaluces son la cuota reservada para los dibujitos. Los políticos que criamos por esta tierra no dan para más. Y lo peor es que los castañazos que se pegan, los tutús que se ponen y los petardos que les explotan en el morro no tienen ni maldita gracia cuando se trata de dirigir un país.


Lluvia y desahogo. Menos mal que llovía, que en los garajes entraban canoas, que los tenderos se vestían de buzo y Canal Sur tenía que salir con botas de agua como entre tentáculos. Menos mal que llovía en este desierto informativo, porque así la vergüenza de lo que ha ocurrido con la deuda histórica quedó bajo un barro de neumáticos, tomates, tinajones y máquinas de coser llevados por la riada. Las noticias de Canal Sur fueron paragueras en esta semana en la que el gobierno autonómico debía dar la cara en el Parlamento por el escamoteamiento de la deuda histórica pero de nuevo sólo pareció enseñar sus nalgas como sonrisas, o al revés. En Andalucía llovía a grandes cubazos, con el agua como cáscaras, y eso echaba toldos sobre la bellaquería igual que sobre la verdad. Después de las inundaciones, los breves minutos dedicados a la política parecían en las noticias de Canal Sur un hojita flotando. Aun entre las paletadas de cieno de toda la semana, llegué a ver a Griñán declarando “improrrogable el plazo [del pago de la deuda]”. Sí, ya nos damos cuenta de lo puntuales que van en los plazos, tanto que creo que la deuda se llama histórica por lo que están tardando los socialistas en hacer que nos la paguen. También vi al ufano Pizarro, al que la meteorología de estos días le había dado pinta y habla de husillero, regalándonos este tartajeo de humor negro: “Los socialistas en esta cuestión tenemos la conciencia muy tranquila... Sí, la conciencia muy tranquila; sí, mucho, la conciencia muy tranquila... Y la cabeza muy alta, y la cabeza muy alta”. Y la carita, ¿cómo tienen la carita? Estos eran los verdaderos desahogados traídos por la lluvia y el marmolaje facial de los socialistas, no los que luego mencionó Chaves refiriéndose al PP.


ZZJ. Rafael Camacho, voz de su amo, lacayo lengüetero del poder, parece que tiene ya para los socialistas digno recambio. Se trata de Pablo Carrasco García, que ahora dirige la productora ZZJ, muy engordada por la tele pública andaluza y responsable entre otras joyas de La tarde con María o Menuda noche. Acertaron poniéndole a la productora ese nombre mezcla de sueño y asco. Desde luego, su director parece el candidato perfecto para seguir acumulando basura, sumisión y atontamiento en la RTVA.

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