23 de febrero de 2009

Los días persiguiéndose: Bigotes (12/02/2009)

Lo que faltaba era un tío con bigotazos. En España, para ser apuñalador o para ser chulángano viste mucho el bigote de encaje, a lo Dumas, el bigote del abuelo, el bigote austrohúngaro o el bigote marbellí, pero un bigote. Con tamaño de habano, con hechuras de caniche, con borlones de emir, con perlas de farlopa, pero un bigote. Aquí no podemos decir que hemos encontrado al canalla, al burlador, al jefe de los mangantes, hasta que no aparece un bigote. Dicen que este país vuelve a hacerse en las monterías, como en aquéllas de Berlanga con coleccionistas de pelos de coño, pero lo que hay en todos los chanchullos hispánicos no es una escopeta sino un bigote. Ha bastado ver las fotos de ese clan de Madrid, con mucho peine para el bigote o para los rizos, para darnos cuenta de la calaña de esta gente. Hay bigotes que sólo pueden estar en comisarías o en puticlubs, en ayuntamientos o en tesorerías, en trascocinas o en narices de plata. Y lo peor es que en el aire de esos bigotes y melenitas de Madrid todos hemos reconocido a muchos otros del pueblo o de la autonomía, muy rozados por concejalías y gerencias, por despachitos y fitures. Se parecen todos en tipito y en el bigote o en las ganas de bigote, van al mismo sastre y a la misma barbería. Esos bigotes que se copian los cocineros y los espadachines también los copian los perfumados por la corrupción política. Son bigotes de relamerse, son bigotes de mojar pan, son bigotes de reírse, son bigotes como braguetas.

No hay suficiente gente honrada para llenar la política, menos aún sus ayudantías y lupanares. Contar billetes con los bigotes no es oficio de una familia ni de un solo partido. Todos caen, todos mojan en esa salsa. O sea que estos bigotazos no tienen ideología. Esa estética obscena de tantos tíos con el mismo bigote ha suplantado a la política o la ha convertido en una excusa para su meneo, en Madrid o aquí. Lo que ocurre es que en Madrid los bigotes parecen de zares, mientras que en Andalucía encontraron un día los de Julián Muñoz y la Pantoja, especie de amor de velcro, y ya no quieren buscar más. No voy a entrar yo en si lo de Madrid es una cacería de tramperos con la mira torcida, aunque desde luego por allí corren magníficas piezas para cobrarse. Pero aquí ha habido igual seguimientos y gabardinas, tenemos al alcalde de Ohanes pillado con todo el papelón en las manos, hemos asistido a trincamientos de hermanísimos, recordamos demasiado bien lo de Ollero y lo de Montaner, y hasta vimos un bigote con pies y manos (Zarrías) votar por él y por sus compis, sin que nadie les haya cortado las barbas.

En el bigotazo de ese tipo de Madrid está toda la suciedad que enmosca la política y sus lindes, igual que estaban en sus melenas el rango y el honor de los reyes visigodos. Los partidos son una güisquería y chulitos con bigote de sacacorchos y paquete de calcetín se hacen ricos a costa de lo público. En las mismas fotos de Madrid, en esos bigotes de alambre, cabrían muchos de los que ustedes y yo conocemos. Ojalá alguna vez, cuando deje de buscar por los montes faisanes con la sigla pegada, la Justicia los rasure a todos. Pero creo que ese día aún está lejos.

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