2 de marzo de 2009

Los días persiguiéndose: Morbo y necesidad (26/02/2009)

No sé si incendiarán Facebook, si prohibirán los ombligos y los novios en moto con su frío de aviadores. No sé hasta qué punto la tragedia de Marta está haciendo que la gente pierda la cordura. El padre o el pueblo, con velas y nudos en las manos, piden la cadena perpetua, castigo casi bíblico, eterno crujir de dientes. Yo me pregunto en qué casos. ¿Cuando el asesinato forme vendaval en las barriadas y en los medios? ¿Cuando alcance un mínimo de share en la televisión? ¿Pedirán tribunales populares, con bieldos hacia los precipicios? Yo no soy partidario de la cadena perpetua, de los pozos con ratas ni del Diablo de Dante masticando con sus tres bocas a los malvados por toda la eternidad. Todo eso me parece muy propio de la crueldad judeocristiana, de los dioses que se alimentan de sangre y culpa, pero no de una sociedad civilizada. Entiendo el dolor, la rabia, pero si el castigo para siempre ya me parecía sadismo por parte de estos dioses, por parte del Estado, y además empujado por la turba linchadora, me parece un fracaso y una inutilidad. Sí, una inutilidad. No tenemos más que mirar a Estados Unidos, el país de la silla eléctrica, donde ni siquiera la pena capital les libra de records de criminalidad, donde el corredor de la muerte está atestado de pobres y excluidos, algunos inocentes, que acabaron allí sólo por tener abogados malos o elecciones a la vista. Al padre de Marta le diría que la venganza no hará que duerma mejor. Me temo que nunca sirvió para eso.

En todo caso, esto nos hace constatar ese divorcio que existe entre la Justicia y el pueblo. Y aunque los casos de Mari Luz o Marta, tan sensibles, tan emocionales, son extremos, ciertamente la Justicia y la ciudadanía parecen hablarse desde muy lejos y con idiomas muy distintos. Seguimos sin confiar en una Justicia lenta, desbordada, desfasada, manejada como entre viejas tenedurías; una Justicia donde desbarran jueces y jurados, y que, para colmo, desde aquella Ley del Poder Judicial con la que Alfonso Guerra declaró muerto a Montesquieu, duerme blandamente en los tentáculos de la política. Que robagallinas y arrancadores de matas de poleo terminen en la cárcel mientras corruptos y terroristas tienen a la Ley por jardín, es algo que sigue chocando y no sin razón. Espectáculos como el de Garzón y Bermejo, con sus conchabamientos y causas generales, o los de los jueces que ponen su moral, su ideología y sus prejuicios por encima de la legislación; todo esto, en fin, es lógico que nos desasosiegue. Ahora parece que no hay más que esas cadenas perpetuas que se piden a bocados, pero creo que lo que necesitamos urgentemente es una Justicia moderna, independiente, eficaz, sin sus almenas kafkianas, y una Ley equilibrada, proporcionada, ejemplarizante y útil. Más que con horcas o mazmorras eternas, ganaríamos por ejemplo endureciendo las penas por corrupción, malversación de fondos públicos, cohecho y prevaricación, auténtico cáncer que amenaza con comerse a la Democracia misma. Desde “el clan de la gomina” hasta Ohanes, pasando por el paradigma de Marbella, vemos que la corrupción sale demasiado barata. Hay quien ve sus breves años de cárcel como una inversión aceptable porque luego retornarán a la sociedad igual de ricos y perfumados. Si la Ley asusta tan poco que un alcalde no duda en usar dinero púbico para irse de putas, imagínense cómo tiemblan si las corruptelas les hacen millonarios. ¿Pero quién grita en las calles por todo esto? Aún nos puede más el morbo que la necesidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

parece ser que Luis Miguel Fuentes esta en posesion de la verdad absoluta y esta declamando como si se tratase de u n dios del olimpo que esta por encima del bien y del mal
La corrupcion la venganza el odio la maldad y la bondad no la va a inventar ahora Luis Miguel Fuentes .Deja de declamar y ateinde a la realidad . Me gustaria verte en una situacion de aprieto aver hasta donde llegaba su mala leche dejate de tonterias y centrate en la realidad necesitamos castigos somos animales y como tales necesitamos palos