26 de marzo de 2009

Somos Zapping 22/03/2009

Hipocresía verde. En el cestillo del cambio climático han metido no sólo al planeta asfixiándose por sus chimeneas, sino también un rebujo de ensaladas vegetarianas, pilates de amas de casa, pies descalzos, feng shui de las lámparas, anuncios de cachorros perdidos, música de tetería, altares de flores y pipas de agua. Es esa religión verde que no es ecología, sino una especie de espiritismo de picnic, un fundamentalismo mentolado de los zumos y los molinillos de viento. Poco tiene que ver la ciencia ecológica con esa moda, ese nuevo hippismo magro, pero los políticos pronto se han dado cuenta del filón que tienen ahí, la rentable demagogia que les ofrece ese póster en el que mezclan el sol como una margarita, los hielos fundiéndose, los linces cojos, el exorcismo de los humos, los desayunos con fibra, la diuresis, los grifos y los enchufes malvados, la santificación de los tomates y los humificadores, los sepelios de la basura, la poca sal en las comidas, los carriles bici, los venenos de la electricidad... Desde bañarse a comer un yogur, cualquier cosa entra en el “cambio climático”, y el apostolado de todo ese batiburrillo han sabido incorporarlo a su propaganda. Veo el anuncio de la Junta en el que una familia declara que “el protocolo de Kyoto está muy bien, pero sin la contribución de todos no es posible”. Por ello, presentan “el protocolo de los García Ramos”: “no pasar tanto tiempo en la ducha”, “no dejar la radio encendida”, “coger menos el coche”... No dicen nada del cagar, pero será lo próximo que derrita los polos. Es todo tan ingenuo que hace sonreír. ¿Pero qué hace en realidad el Gobierno andaluz, los desinfectados gurús de tan verderona, falsa y astringente religión? Pues dar ejemplo cortando una calle entera en Málaga con la flota de sus cochazos oficiales. “Coger menos el coche”, decía el padre del anuncio, pedaleando e invitando a “ecoactuar”... Ya ven que el “protocolo de la Junta” es muy diferente al de los García Ramos y no incluye ni la bicicleta ni la palangana, sino el despilfarro y la hipocresía. Que otros salven al planeta, ellos ya están salvados.


Mutación. Pensé que era un trailer del increíble Hulk o algo así: fogonazos verdes con tamboradas guerreras, letras de rayos gamma, jóvenes transformados por la radiación... Pero no, era el anuncio de la Junta promocionando su bono cultural, que por lo visto otorga musculatura mental a través de un bebedizo. “Tendrás el poder de la cultura en tus manos”, decía, como si hablara, enseñando su martillo o sus ganchos, aquel Thor o aquel Doctor Octopus de nuestros cómics. Pero la cultura no la da la teletransportación en mitad de un cine, sino la educación, esa educación que ellos han destruido con la misma ceguera y brutalidad de La Masa. La cultura no es una mutación, no es algo que llega por accidente de laboratorio o que otorga el sol amarillo de la Junta a unos jóvenes por su densidad molecular (para los que no sean suficientemente frikis, aclaro que esto va por Superman). La cultura es un largo hábito y enamoramiento que no va a venir en su ovni a los 18 años porque la Junta regale un talonario. A esta generación botellonera educada en Andy & Lucas y en el desprecio al esfuerzo y a la inteligencia, no se la va a empujar a escuchar a Mahler ni pagándoles. Además, teniendo en cuenta lo que la Junta puede considerar “cultura”, lo mismo el bono sólo les sirve para ir a escuchar a Pitingo o a las nuevas tonadilleras que engloria Canal Sur, o para ver eso de El lince perdido. Más educación y menos píldoras de superpoderes, es lo que necesitamos. Después del anuncio, todos los jóvenes andaluces volvían a su estado normal y enclenque, como Bruce Banner, y alrededor sólo había escombros.

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