En Andalucía conocemos bien la política genética, refleja, bulborraquídea, hormonal. Derechas e izquierdas tienen algo así como su culo largamente heredado y reaccionamos a sus redondeces y movimientos con aullidos de celo. Toda la liberación de la mujer para que nos sigan emborrachando unas caderas y toda la evolución de la política para que los partidos nos conquisten con sus burdas consignas y tópicos como canalillos. Derechones, progres o leninistas no llaman a la reflexión sino a la cópula, esparcen feromonas más que ideas, confían en esos émbolos de sangre que nos yerguen por dentro. Cuántas veces hemos escuchado enarbolar desde el socialismo andaluz su raza de progreso frente a la oposición de garrota y pasado; cuántas veces hemos escuchado a la derecha su salvación de decentes y sus crucifixiones de progres... Creo que, razonadamente, en esos culos sólo podríamos dar azotes y pedir política de hechos y acciones, pero la especie tira de ellos y de nosotros, hay algo en esta política que no pasa por nuestro córtex, nos ciegan las siglas como unos muslos que se abren y se cierran y nos acercamos a los partidos como perrillos que se tiran al toallero. Yo diría que Chaves y Griñán siguen siendo el mismo culo satisfecho, y más con Pizarro allí por sus bajos. Arenas tampoco acaba de escapar de su genitalidad puritana, Izquierda Unida sigue como con el cinturón de castidad de sus novecentismos y el PA quizá es ese culo de carpeta que quiere cariño y no lo obtiene. Los culos por sus escaleras son tambores de la sangre, la política con sus carnes de cantinera nos llama a la lactancia. Ya saben: “carallo teso non cree en Dios”. Y los partidismos erectos, creo que tampoco creen en la verdadera política. Así vamos, de culo.
8 de mayo de 2009
Los días persiguiéndose: Culos y política (30/04/2009)
El culo de las princesas, el culo de las republicanas, los dos como culos de papisas, la rendija de pecado que dejan las diferentes religiones y pompas de los estados. Dicen que los culos femeninos nos llegan a los hombres directamente al hipotálamo (aunque no seamos conscientes, cintura estrecha y caderas anchas significan parto fácil, hembra reproductiva). La grupa de la hembra fue el reclamo sexual primario para los machos cuando íbamos a cuatro patas; luego, parece que la evolución reprodujo esas formas más arriba para que quedaran a la vista para los homínidos que ya caminaban erguidos. Recuerdo a Desmond Morris, y a otros, afirmando que las mamas redondas y los labios rojos y carnosos sólo copiaron ese triángulo mágico de las nalgas y la vulva. Ay, Desmond Morris... ¿Pero dejaremos también que la política caiga en este mandrilismo? Y no me refiero a que las portadas de los periódicos se hayan llenado de manera sorprendente y decepcionante del recién descubierto protocolo de los culos, de las monarquías y repúblicas pantorrilleras, ambas con sus abejas reinas. Me refiero a la política que llama al instinto, al cerebro reptiliano, a los impulsos sanguíneos. Si viene Francia con su imperio ciudadano y sus perfumes carolingios y nos fijamos en un culo consorte y en pico, también nos hablan los políticos y nos fijamos en la bandera que portan con una teta fuera, como en aquello de Delacroix. Obnubilados por armas de mujer o de político, nos movemos por atavismo y el cerebro de Broca extiende sus láminas para dibujarnos como las partes de una vaca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario