
En Andalucía conocemos bien la política genética, refleja, bulborraquídea, hormonal. Derechas e izquierdas tienen algo así como su culo largamente heredado y reaccionamos a sus redondeces y movimientos con aullidos de celo. Toda la liberación de la mujer para que nos sigan emborrachando unas caderas y toda la evolución de la política para que los partidos nos conquisten con sus burdas consignas y tópicos como canalillos. Derechones, progres o leninistas no llaman a la reflexión sino a la cópula, esparcen feromonas más que ideas, confían en esos émbolos de sangre que nos yerguen por dentro. Cuántas veces hemos escuchado enarbolar desde el socialismo andaluz su raza de progreso frente a la oposición de garrota y pasado; cuántas veces hemos escuchado a la derecha su salvación de decentes y sus crucifixiones de progres... Creo que, razonadamente, en esos culos sólo podríamos dar azotes y pedir política de hechos y acciones, pero la especie tira de ellos y de nosotros, hay algo en esta política que no pasa por nuestro córtex, nos ciegan las siglas como unos muslos que se abren y se cierran y nos acercamos a los partidos como perrillos que se tiran al toallero. Yo diría que Chaves y Griñán siguen siendo el mismo culo satisfecho, y más con Pizarro allí por sus bajos. Arenas tampoco acaba de escapar de su genitalidad puritana, Izquierda Unida sigue como con el cinturón de castidad de sus novecentismos y el PA quizá es ese culo de carpeta que quiere cariño y no lo obtiene. Los culos por sus escaleras son tambores de la sangre, la política con sus carnes de cantinera nos llama a la lactancia. Ya saben: “carallo teso non cree en Dios”. Y los partidismos erectos, creo que tampoco creen en la verdadera política. Así vamos, de culo.
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