8 de mayo de 2009

Somos Zapping 3/05/2009

Suicidas alegres. La feria de la crisis, vino aguado, gente que busca trabajo colgada de los postes, gitanas con gafas de carey, animales y compadres pisando cáscaras, casetas con un ambiente de barbería un poco taurina, luz de botijo entre moscas de verbena. La feria de Sevilla pasa por las televisiones como algo que tarda una semana en barrerse. Aquí, donde nos endeudamos para la juerga, para comprarle mantones a las vírgenes o hacer balcones de las solapas, los escotes y las orejas, el mundo puede sucumbir a las plagas del oro y de los bronquios, que nosotros saldremos a festejar el hambre y a olvidar todo con resaca baudeleriana. Creo que fuera nos miran como a suicidas alegres o ahogados que encima se bañan. Algún casetero dice, en un reportaje, que la feria es lo mejor para espantar las penas de la crisis. Llevamos toda la historia espantando las penas a abanicazos y alegrándonos de nuestros pies desnudos y sucios como de pisar uvas. En la feria parece que compartimos cuadra con nuestro destino. Tenemos el futuro de la siguiente zambra y la siguiente convidada. Hay redobles de muslos, hay cenizas de flores de papel y hay mañanas por la tarde como las de los borrachos. La feria es un oasis de beduinos. La feria es un atragantamiento de nuestra saliva. Ni la crisis ni el Apocalipsis lo cambiarán.


Memoria sevillí. Canal Sur insiste con sus 20 años de sevillanas. Todos parecen sus abuelas o sus cocheros. El ejercicio de memoria no lleva a nada sino a la eternidad de esta tierra, que es como la de los aljibes. Con otro ejercicio de memoria feriante me encuentro casualmente en Intereconomía, esa cadena que huele a cerrado. Allí veo a un señor que parece un empleado de una funeraria, un presentador que se diría que sale directamente en blanco y negro, y que creo que se llama Alfonso Arteseros. El programa es Memoria de España y hacen como revisionismo del Nodo y nostalgia de la Enciclopedia Álvarez. Me asusta ese hombre casi más que cuando veo en ese canal a Juan Manuel de Prada, que ha criado como papada en el cerebro, defendiendo el diseño inteligente o las pichas libres de plástico. El programa estaba dedicado a la feria se Sevilla y sacaban a Franco paseando en coche de caballos mientras alguien de una rancia casta sevillí (no sé quién era, pero se le notaba) comentaba el protocolo y la santería de los enganches con el detalle, la importancia y el infantilismo de los especialistas en belenes o soldaditos de plomo. Sabía hasta el nombre de un guardaespaldas de Franco, a Fermín Bohórquez lo llamaba sólo Fermín, identificaba en origen el carruaje que usó la Infanta Elena para su boda y ese conjunto de saberes y posturitas, ese feriantismo de coches a la inglesa, duquesas con catavino y orgullosa mayordomía de la tradición, hacían una mojama tiesa y supurante de cierta manera de ser sevillano que daba grima. Ver a Franco en sus palios y comentar la manera de conducir el carruaje, hacer notar que “la feria se ha sociabilizado mucho y han llegado al coche de caballos una serie de personas...” (dejó la frase ahí, pero sólo le faltó decir chusma o acaso ricos sin estirpe), o advertir que “al real hay que ir bien vestido, dándole categoría”... Todo eso dejaba a la feria de Sevilla en ese clasismo aborlonado y maestrante que es incluso peor que la horterez amacetada de María del Monte y sus sevillanistas altramuceros. Luego, el presentador anunció sus próximos temas: “Por ejemplo Don Ramón Serrano Súñer, yo le pregunté y me respondió lo que sintió cuando se enteró del suicidio de Adolf Hitler...”. Eso ya no fui capaz de aguantarlo. ¿Tenemos que elegir entre esto y Las Carlotas?

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