
Nuestros relojes se dan la vuelta a la vez que los astros; los círculos de la tierra y del cielo, haciendo hilos de música, están unidos y lo sabemos desde la Tabla Esmeralda, pasando por Pitágoras y, sobre todo, tras Newton. Tendemos a concebir el tiempo linealmente (del nacimiento a la muerte, claro), incluso antes de que la física nos descubriera lo de la flecha cosmológica o termodinámica, pero a la vez la regularidad del universo nos lleva a parcelarlo cíclicamente. Hay algo que nos impulsa a buscar nuevos comienzos, a regresar “cual línea al centro”, como cantaba Otón en L'incoronazione di Poppea de Monteverdi. Es la hermosa paradoja de un ser finito y rectilíneo como el hombre, arrojado a una Naturaleza sin embargo circular, que gira y se repite en sucesivas muertes y renacimientos. Nacemos y morimos y no hay en eso vuelta a nada, pero en los calendarios, en los sueños y en la historia, en lo pequeño y en lo grande, inventamos cosas como el eterno retorno nietzscheano, las reencarnaciones de esas almas como sin vestido, el año de Brahma o la falsa puesta a cero que escenificaremos esta noche. Es una manera de espantar nuestra mortalidad, esto que celebraremos hoy con los zapatos mojados en champán.
Andan días iguales persiguiéndose, lo nuevo sólo se finge y se disfraza esta noche. Si hay un lugar en el que los círculos han ganado a las flechas, en el que la ilusión de eternidad ha combado el tiempo, es Andalucía. Todo se repite porque es idéntico, y sin cambio no hay tiempo. Sí, medimos el tiempo con el cambio, con el movimiento, con el aumento de la entropía dirían los físicos. Pero aquí no se mueve nada. Sigue el mismo partido con el mismo mantra, sigue la misma pobreza con el mismo sol. Todo lo que se promete ya se prometió, todo lo que se quedó por hacer sigue sin hacer; todos los horizontes, adornos, fracasos, excusas, salvaciones, malvados, esperanzas, heridas, maravillas, lágrimas y migajas de ahora son los de siempre. El tiempo tiene en Andalucía su estanque. La arena atascó nuestros ojos, nuestros miembros y nuestras clepsidras. Todo está parado como una hélice fuera del agua. Andalucía es su museo por la noche. Culpemos a los políticos o a nosotros que tiramos los relojes y nos acunamos en la eternidad. Ahora un año se va y sacan otro de las cajas de polvorones. No esperen que nada nuevo venga de las copas, del muérdago, de los valses, de las flores machacadas y las guindas en la boca de hoy; de los ceniceros del año que murió o de los labios rojos del que llega. “Andan días iguales persiguiéndose / Se desciñe la niebla en danzantes figuras”. Feliz 2010, redondo, repetido, amargo y colgante. La luna se raja a medianoche como las campanas.