
Que otros definan las naciones o las patrias, bastante tengo yo con intentar comprender lo que soy como simple ser humano. Pero eso sí, si alguien tiene que definirme, seré yo; que nadie me meta en su castillo, me envuelva con sus banderas o me diga lo que soy o cómo debo serlo. Soy ciudadano de una ley, pero no de un sentimiento, un mito, una guerra ni un negocio. Supongo que en Cataluña también habrá gente como yo. Serán malos catalanes, o anticatalanes, o no-catalanes, o no suficientemente catalanes, según esta mayoría que tan homogéneamente se ha expresado. ¿Soy yo andaluz? Sí, puesto que en esto que llaman Andalucía nací. ¿Soy mal andaluz, soy andaluz a medias, podría ser más andaluz? No, porque a “ser andaluz”, como a “ser catalán”, sólo se puede contestar sanamente sí o no. Si una patria me adjetiva, me está invadiendo, coaccionando, aplastando, mutilando. Entiendo que alguien quiera una patria. Será que le faltan otros adjetivos. Entiendo que alguien quiera ser los demás. Yo me conformo con ser yo. ¿Que las naciones tienen derechos, “dignidad” como decían aquéllos? Yo digo que las que tienen derechos y dignidad son las personas. Y el primer derecho y dignidad es la libertad. No hay libertad cuando se exige uniformidad, ortodoxia, sumisión a la mayoría y cédulas de idoneidad para las opiniones. Las tierras y sus gentes no son una ideología, un partido, un dinero, una voz, una afiliación, una Biblia que haya que besar. Enemigos del Pueblo, de las “instituciones” y de la historia; malos andaluces, malos catalanes y malos hijos, rebeldes y apátridas, benditos sean porque representan la esperanza de la libertad ante el totalitarismo. Que se reúnan 12 ó 100 periódicos, que digan al unísono que son nación o esencia o Verdad y nos tiren a la cabeza sus mandamientos y multitudes. Bastará un dedo para negarlos. Alguien que diga, simplemente, “no sois yo, no soy vosotros; hablad por vuestras ideologías, infantilismos, intereses o demonios, pero no metedme ni echadme de vuestro país, familia o secta”. Alguien que diga “habéis perdido, como siempre; yo, que reniego, soy la prueba”.
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