
Zapatero, presidente de turno, “capitán de madera, capitán sin bandera” como decía la canción, calienta un sillón de paja en esta Europa de oficiantes, mecanógrafos y solarios. No hay realmente nada que presidir en esta estructura diluida por la “codecisión”, el prorrateo, el equilibrismo y la burocracia, sino sólo ejercer de anfitrión para los empujones más o menos civilizados de los países. Pero si Zapatero ha llegado a presidir el viento, la conjunción de los planetas, las civilizaciones con todos sus gorros, la oceanografía de lo verde y la economía de los agujeros, esta Unión Europea, hecha de espejos, debe de parecerle lo más sólido que ha tenido entre las manos últimamente. Alemania le tira de las alas con el asunto del seco dinero, la prensa internacional lo retrata junto a peluches con ojos de botón como Mr. Bean, pero este Zapatero enamorado siempre de las sirenas que no hay ha cogido las espadas carolingias y las estrellas en el pelo de Europa y nos hará su parodia de estadista desparramado hasta los Urales. Y algo de esta gracia, algo de esta majestad, le tocará a Andalucía. De momento, Sevilla aportará desde hoy chorros mozárabes a una reunión de ministros de Energía y Medio Ambiente. Y ayer, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega habló con Griñán en la Casa Rosa para traerle embajadas del nuevo liderazgo europeo. Ya están haciendo de extranjeros ellos mismos, multiplicados, desdoblados o redundantes. Seguro que Griñán, otro capitán de madera, también se sentirá internacionalizado por estos efluvios europeístas que vienen de una paisana. Europa no se construirá ni más ni menos con Zapatero, que sólo puede aportar suspiros y mala sombra. Los andaluces tampoco nos haremos cosmopolitas ni imperiales ni lujosos porque nos roce un pico prestado del azul bruselense. Conoceremos bien aquí a estos capitanes de madera...
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