Sí, comprobémoslo. Paseemos, asombrados, por las bendiciones que nos ha traído la crisis. Si la crisis le ha empujado a marcharse de su ciudad y de su trabajo para recalar en una zona rural, mejor que mejor: “Tienen menos dinero, pero son más felices”, dice el reportero. “Ahora tienen más tiempo para compartir con sus hijos”, sobreimpresionan. Y los chiquillos pueden ir solos por la calle. Si una estudiante tiene que dejar su piso alquilado para vivir cuidando a una anciana, estaremos ante el caso de “dos mujeres con edades totalmente distintas que comparten su vida gracias a la crisis”. Si tiene que servir sopas en un comedor social, se dará cuenta de que “lo que más llena es el contacto humano con los más necesitados”. Si con la crisis ha pasado de ser un albañil que ganaba 3600 euros a ser un ermitaño hortelano allí donde el programa nos anuncia que “hay mucha más tranquilidad y calidad de vida”, la alegría o la locura le harán decir: “Ahora gano menos, pago menos estupideces y vivo mucho más feliz”. El reportero apostillará que “los problemas económicos y la crisis te han hecho ser más feliz”, y el ermitaño lo confirmará con sonrisa mellada y crudívora: “Me han hecho encontrar mi sitio”. Y aún se regocijarán más: “¿Sonreías tanto cuando estabas en la obra?”. Si le gustan los caballos, la crisis también le permitirá cuidar jamelgos esqueléticos abandonados y llorar como una madre por ellos. Y si le va más la ostentación de llevar yogures a una familia y luego cantarles y tocarles palmas ante las cámaras, entonces disfrutará como Las Carlotas, tan solidarias como discretas. “La crisis es cambio –concluía Toñi Moreno- (...) Dicen los expertos que nadie vuelve a ser el mismo después de una crisis (?). Sentir las manos que nos levantan cuando caemos nos obliga a ser agradecidos y nos vuelve más fuertes, porque la fortaleza es descubrir que no estamos solos”. Qué desvergüenza. Me recordó a aquello de Los Simpsons, cuando el señor Burns alaba la contaminación radiactiva como motor de la evolución.
Impresionante cinismo con cara de pan. ¿No es para dar gracias a los ambiciosos que desfondaron los bancos y a los gobernantes cuya desidia hizo posible que nuestra pobreza atávica se agigantara para dar esta catástrofe de angustia y sufrimiento? Sí, gracias. Sin ellos no podríamos ser creativos y solidarios, sin ellos seguiríamos siendo solamente ciegos y calentitos consumistas, viviríamos cómoda e infelizmente entre burgueses empleos, facturas pagadas y eso despreciable e innecesario que llaman dinero; no tendríamos oportunidad de aprender del hambre y del frío, de las tripas vacías, el techo volado y las nanas de las cebollas. Seguro que a los de 75 minutos les encantarían ciertas zonas de África donde el consumismo ha sido afortunadamente barrido por una sed de moscas y gachas tan pura, sincera, tierna y bellamente humanizadora que los arrobaría. Allí sí que tienen suerte por poder sacar lo mejor del ser humano sin esperar al regalo de una crisis. Me imagino a Toñi Moreno presentando el reportaje: “¿Todo en la hambruna africana es malo, o trae cosas buenas: solidaridad, empatía, fortaleza, aprecio de lo verdaderamente importante?”. Y donde pone “hambruna africana”, pongan cáncer, esclavitud infantil o campo de concentración, y dense cuenta de la cruel obscenidad. ¿Acaso esto le repugna como a mí, acaso le resulta incomprensible y odioso concluir algo bueno y bello de tanto dolor? Entonces es que usted, como yo, es un materialista sin corazón, un malvado pesimista, y, sobre todo, no trabajará nunca en Canal Sur haciendo reportajes que conviertan el fracaso de los gobernantes y la triste miseria del pueblo en indecentes estampitas amables y festivas.
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