Ready-made. Si Goya y Picasso están cogidos para el toreo hace tiempo, la tauromaquia surrealista le pertenece sin duda a Enrique Romero. Ya sabemos que él es onírico, freudiano, paisajístico y lisérgico, por eso es capaz de sacarnos a un piloto de ultraligero toreando con el casco puesto o, como esta vez, alucinar con una tienta en una playa. ¿En una playa? ¿Y eso por qué y para qué? Pues quizá para mezclar los cortijos con Sorolla, el casticismo de dehesa con ese otro casticismo del tío del bombón helado, la ternura de los establos con la de Chanquete, o quién sabe. Yo creo que le pasa como a Salvador Távora o a ese pianista con puñetas, Manolo Carrasco: se le juntan varias postales y tipismos y alcanza con ello unos éxtasis horteras, raciales y ridículos por acumulación de andaluceamientos. Por el lado folclórico y chovinista, a Enrique Romero le falta (o quizá ya lo ha hecho y no lo he visto) sacar toros con sevillanas, Cristos, cornetas, peinetas, catavinos o alfajores. Por el lado surrealista, le falta sacarlos en patinete, con esquíes, con pijama, con piano, con tigres, con avisperos, con esqueletos; toreados por guardias civiles, barberos, espeleólogos, dentistas, moteros; tentados en catedrales, centros comerciales, campos de fútbol, invernaderos, carpas de circo, pistas de hielo, zoológicos, museos, entierros... Pero los irá sacando sin duda, dedicándoles reportajes con esa emoción nerviosa y esa alegría que uno creía que sólo daba el porro. El toro y las olas, como en el rapto de Europa; vacas bañistas y garrochistas domingueros... Este hombre va bastante más allá del surrealismo, hace un ready-made con cada reportaje. Un día nos enseñará a un toro en un urinario o con una bicicleta en los cuernos y habrá que admitir que no es un hortera enganchado a un eclecticismo topiquista, infantil, sentimentaloide y risible, sino todo un artista del absurdo. Sí, un incomprendido al que un día se le acusó tan falsamente de convertir el toreo en payasada o psiquiatría.
Oro de pobre. Allí estaba la Andalucía del paro con su tenderete, su rendición, su suspiro, pregonando su miseria como esas figuritas de alambre. Era el zumo de la pobreza, eran las migas de los pájaros, era el lujo de un pesebre. Las noticias de Cuatro hacían un reportaje sobre Barbate, 40% de desempleo, bocados de hambre por las esquinas que daban ya trileros de la harina y la achicoria igual que cuando el racionamiento; y nos enseñaban a un hombre que tenía que sobrevivir rifando cada día en la calle cinco botellas de aceite. Es de las cosas más tristes que he visto en esta crisis. Cinco botellas de aceite, como cinco gordas lágrimas de la tierra, como cinco esmeraldas para el pan. Parecía que rifaba toda su riqueza o a todos sus hijos. Parecía que rifaba todo el oro de pobre que queda en Andalucía.
Declive. Las sevillanas decaen, dicen las noticias de Canal Sur, y hasta la Duquesa de Alba tiene que ir a apoyar al género en un congreso donde han unido quejidos de necesidad a los otros suyos rocieros o relinchadores. Creo que también están en crisis el twist y la yenka, qué injusticia y qué pena. En las imágenes, parecía que la Duquesa y los sevillanistas se sostenían mutuamente en su ranciedumbre y su decadencia.
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