Griñán está recolocando con tino y buen gusto las consejerías y organismos autonómicos y le va a quedar una corte preciosa. Eso de la austeridad, el ahorro, la elefantiasis administrativa, el rebosamiento de altos cargos, cancillerías, observatorios, fundaciones, consejos, asesores y vicealgos; todo eso, en fin, son pegas miserables que ponen los aguafiestas de siempre. Con esta crisis, lo que hace falta es darle alegría a la cosa, además de confianza a la gente, y no ponerse tacaños ni ceñudos. Por eso Griñán mantiene una consejería como la de Presidencia, sólo para llevarle las vajillas, organizarle los bailes y lucir a una ahijada, y traslada allí a Barenboim con los encargados de tallar cisnes de hielo y rellenar vacas con faisanes para los banquetes. En vez de optar por lo fácil, prescindir de más consejerías, despedir a enchufados del partido y poner en forma la obesidad paralítica de la Junta, Griñán se ha preocupado sobre todo de hacer más melodioso su escritorio. Cuando el pueblo vea a Griñán escoltado por su propio cuerpo de lanceros con trompeta y envuelto por sinfonías como alcázares, seguro que recupera la confianza en sus líderes. Y con la confianza, desaparecerá esta crisis que nos contagiaron con su ansiedad los neoyorquinos y los neocon. Podría haber pensado en miles de otras medidas, pero lo primero o lo único que ha hecho Griñán ha sido llevarse a Barenboim desde Cultura a su servicio personal. Va a ser un revolucionario, ya verán. Y cuando realice la jugada maestra de asignar todas las limpiadoras a Presidencia, tendremos que reconocer que nos gobierna un genio.
8 de abril de 2010
Los días persiguiéndose: Brillos y cantatas (1/04/2010)
No sólo la Fundación Barenboim-Said, que da las corcheas más caras del mundo y los pianos que más se parecen a carrozas, va a pasar a depender de la Consejería de Presidencia. Yo creo que va a ocurrir lo mismo con todas las limpiadoras andaluzas, después de que, igual que el agradecido músico, salieran las de Griñán felicitándolo en su congreso. Lo recordarán: esa Juani y sus compañeras contando lo bueno y amable que es el señorito, que saluda y no les pisa lo mojado. En ese cariño de chacha, con su distancia, su sumisión, su admiración silenciosa y sus sufridas lágrimas de lejía, están los sentimientos que debe manifestar el buen andaluz hacia su presidente, así que, junto a las fanfarrias de Barenboim, sin duda formarán parte de esa nueva Área de Brillos, Escamondados, Peloteos, Ceras, Cantatas y Pompas Presidenciales que pronto tendrá sede al lado del despacho de Mar Moreno. Con aljofifas entorchadas y fagotes como minaretes sale un presidente enjabonado, wagneriano, procesional y a la vez cercano, y está claro que todo eso no entra en el simple mantenimiento de los edificios ni en la mera cultura, sino que corresponde a una misión más elevada, la de la gloria de Griñán, merecedora de su propio departamento. No puede ser sólo higiene esa ternura con la que la gente sencilla pasa la bayeta por los salones de la Junta. Tampoco podía ser cultura eso de Barenboim, esa música de muertos y extranjeros y esos raros pitos retorcidos. ¿Qué es eso de una cultura que no nace en el patio, que no puede entender el pueblo llano, que no sale en Se llama copla, que no se baila en la feria ni tiene peñas con vinazo y peroladas? Pero si ni siquiera tocaron nunca la salve rociera... No, Barenboim les hacía palco, apilaba lámparas de araña sobre la luz institucional, prestaba imperios y Danubios a la ya magnificente dignidad de la Junta, y eso no tiene nada que ver con la cultura. La fundación Barenboim-Said ha estado en el lugar equivocado todo este tiempo. Como las limpiadoras.
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