
Esto de las capitalidades europeas me parece sólo el sorteo de una noria. Que tengan que ponerle a una ciudad esa noria para traer conciertos o iluminar los cuadros, para que la cultura se enchufe de repente al ayuntamiento, me parece una impostura y un acto de hipocresía. Claro que es una impostura hipócrita que señala a la ciudad en el mapa, atrae visitantes, llena las cervecerías y deja dinero igual que lo haría una carrera de coches o un campeonato de fútbol, eventos por los que seguro que se hubiese llenado igual de gente el Puente Romano, sin diferencia alguna. Eso es lo que me da rabia. En Córdoba están heridos ahora como si les hubiesen dejado sin cultura, como si se la hubieran robado de un arcón, como si ya no pudieran tocar los músicos ni mirase los rizos los poetas ni leer libros la gente, pero sólo están tristes por esa noria que no era cultura sino otra cosa, un cartelón, un foco, un azafato. En Córdoba están con la tristeza del tendero, no con la tristeza del tañedor de lira.
No, no se trata de enfrentar a los cortadores de troncos del norte con la monumentalidad de Córdoba, ni de que se deje a Bildu atiesar su kultura con kas y pinacotecas de etarras. Nos puede preocupar el gesto político, pero en su medida política. Es por eso que puede dolernos la designación de San Sebastián, pero no por ningún insulto a la cultura, que es verdadera en cuanto a universal, que es transportable como sus chelos y pinturas. Nada que tenga que ver con la cultura se ha perdido o ganado con esta decisión política. Lo que me desconsuela es que la cultura sea un pin, un podio, una postal y una moneda de cambio para los partidos y que, en realidad, siga sin importarle a nadie. Mucho más que el que dejen a mi pueblo sin feria, sin noria.
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