
Los políticos ya eran transparentes, se les ve todo por debajo, lo rudimentario de su discurso, lo escuchimizado de sus estrategias. Y lo peor es que asumen que ése es el nivel de la ciudadanía. Si no, no recurrirían a trucos de feria como ha sido éste del PSOE andaluz de poner a Griñán a ducharse en la tribuna del Parlamento para limpiar todos los pecados del Régimen con esa candidez sin efecto, con ese gesto sin peso de enseñar su carpetilla con el IRPF. En esta Andalucía de los ERE para los amigos, de los millones regalados sin control, de los hijos del poder haciendo de comisionistas e intermediarios con la Junta, de altares a la desfachatez y al choriceo como Mercasevilla, resulta que los dignos, los honrados, los transparentes son los socialistas porque su jefe ha enseñado, como un Cristo con el corazón en la mano, poco más que su lista de la compra. Miren a Mario Jiménez, a Susana Díaz, los dos iconos más puros de esta política estupidizante, señalar ahítos de superioridad moral engaños, ocultamientos y malvados desde el trono de podredumbre del PSOE andaluz, el de un poder corrompido por el tiempo, la ambición y la desidia. Sí, ya eran transparentes estos políticos, les vemos todas las trampas y todas las digestiones, imposibles de tapar con escenitas tragicómicas ni actos de contrición o purificación con material de papelería. Ya eran transparentes, pero eso importa poco cuando el poder confía en que dejó al pueblo cegado.
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