31 de agosto de 2011

Somos Zapping: Naranjito salva el planeta (15/08/2011)

Moda ecológica. Hoy me he levantado y he salvado el mundo poniéndome una camiseta vieja. O eso dirían los de Objetivo Tierra, programa que tiene nombre de invasión extraterrestre (abundan en él las marcianadas) pero va de ese ecologismo hecho de efluvios, panderetas y abrazos a los árboles, tan de moda. La ecología es una ciencia, no lo olvidemos, como tampoco hay que perder de vista que en el cuidado del planeta nos jugamos nuestra supervivencia como especie. Por eso me indigna aún más que todo esto se reduzca y se pierda en la trivialidad, la ridiculez y las consignas chancleteras, en ese margaritismo puramente estético de disfrazarse de druida, hablar con los matojos y ponerle el adjetivo “sostenible” o “ecológico” hasta al cagar. Iba el programa el otro día de montar un rastrillo de “moda ecológica”, que traducido significa una especie de ropa de tofu o simplemente ya usada, retales y cojines recosidos, faldas hechas de talegas y abrigos dados la vuelta, como si volviéramos a una posguerra, época muy sostenible y ecológica supongo. “Utilizar la ropa vieja como trapos”, llegaron a recomendarnos por la salud de la Tierra en su ñoño delirio. Eso del camino que recorre la ropa hasta acabar en trapo para el polvo ya lo conocíamos, y yo pensé que mi madre era algo así como una madre sostenible antes de que se inventara ese concepto. De hecho, me parece increíble que la capa de ozono esté hecha unos zorros y el cambio climático nos tenga en vilo con la cantidad de ropa que aquí ha pasado de hermano a hermano. Nada nuevo, en fin, ni por supuesto demasiado efectivo para curar las heridas de la Madre Tierra. La diferencia es que ahora le ponen una pomposa teoría detrás que nos convierte en salvadores de la biosfera por usar todavía la camiseta de Naranjito para dormir. “Moda ecológica”, “algodón orgánico” (¿el de antes era inorgánico?), “comercio justo” y hasta la vuelta al trueque (¿el dinero contamina?)... Éstos eran los hallazgos y los eslóganes que manejaban en esta secta del ecologismo de baratillo, la de los que “aman bien el planeta” (?) según nos decía la presentadora o gurú. “Evitemos usar detergentes que contengan productos químicos” (!!), fue una de las mayores chorradas que escuché. ¿Se puede saber cuáles son esos detergentes que no contienen productos químicos? ¿Qué van a contener si no? O eso, o limpiamos con ultrasonidos... Todas estas cursiladas, fantasmadas, ignorancias y tonterías sin vuelta de hoja creo que le hacen más mal que bien a la verdadera conciencia ecológica: la dejan en simple pose, jerga y picnic. No, su objetivo no es la Tierra, ni siquiera convertirnos en tribu. Es definirse a ellos mismos dentro de un buenismo estético, sentimental e ideológico que no tiene nada que ver con la ciencia ni con el medio ambiente. Todo forma parte de ese difuso campamento o tetería de la progresía, que no es sino la enfermedad, la decadencia, el amaneramiento y la lobotomía de la idea de progreso.


Música nocturna. Han vuelto a emitir en 1001 noches la entrevista a Iñaki Gabilondo y uno sigue quedándose con la impresión de que todo lo interesante que se le podía preguntar (especialmente sobre la situación del periodismo actual, polarizado, politizado, partidista, servilón) se quedó sin preguntar. Pero Joaquín Petit es especialista en pasar de puntillas por los temas delicados o inconvenientes. Lo suyo es más la tarta de cumpleaños y mandar a los gatos faroleros que parecen presidir el programa a rozarse por las piernas del invitado. Pero a veces se pasa, y eso fue lo que ocurrió con Iñaki Gabilondo, al que esas ganas de agradar y mecer que tiene Joaquín Petit colocaron en un trance atrozmente ridículo. Sabiendo de su melomanía y sus conocimientos musicales (Iñaki Gabilondo estudió solfeo y llegó a cantar en un coro), Petit quiso regalarle la experiencia de “dirigir una orquesta”. Claro que la orquesta era un grupito de cámara que no necesitaba dirección, ni tenía intención de dejarse dirigir, sino sólo de seguir al primer violín según lo ensayado, con lo que Gabilondo quedó allí agitando las manos tontamente mientras los músicos iban a su bola y el periodista intentaba disimular la vergüenza de saber que estaba haciendo el payaso. Hombre, digo yo que se podría haber buscado otra manera. Total, se trataba de dirigir el primer movimiento de la Pequeña serenata nocturna de Mozart, como hacían los niños en El mundo de la música con el inolvidable Enrique García Asensio. Hubiera bastado con decirle que marcara un cuatro por cuatro y que los músicos lo siguieran tal cual, igual que en aquel entrañable programa. Pero nada, fue como ver a Gabilondo dirigir un tocadiscos. Esperpéntico. Petit se pasó de babosito y así lo que se consigue es que queden en ridículo a la vez él y el invitado. Quizá en eso consiste su programa, le ponga música de Mozart o ese blues suyo de los saxofones, los detectives y la lluvia.

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