12 de diciembre de 2011

Hoy viernes: Calles iluminadas (9/12/2011)

Mi señora ya ha puesto partituras navideñas sobre el piano, como una buena chica de Minnesota, y toca preludios de mazapán. Mi Navidad es un poco pagana y ecléctica, no tengo dios pero sí niñez y memoria, así que me sigue gustando que la luz se haga caramelo y patine por el cielo o por los charcos en esta época. Los cristianos celebran la luz igual que los druidas, aunque sin saberlo, pero yo prefiero celebrarla sabiéndolo, e incluso les robo algún ángel simbólico y alguna estrella vigía, que al fin y al cabo ya los robaron ellos antes.

Ahora hay polémica con el alumbrado navideño de muchas ciudades porque el PSOE piensa que los alcaldes del PP, por fe o vanidad, han puesto demasiadas bombillas para estos tiempos de crisis. Hasta han llegado a decir que tantas luces son molestas o dañinas. Pero la luz, que es metáfora, también es dinero. A ver si Las Vegas sería lo mismo con cuatro farolas de gas. La luz y las monedas parece que van a las mismas ranuras. Es más, comparten magia. Si en esta época se encienden luces, nos hacemos regalos y gastamos y comemos demasiado, es porque en su origen con esos gestos se pretendía invocar la otra luz, los otros regalos y la otra abundancia de la Naturaleza que ahora parece tan débil, con el sol casi vencido. Es uno de los principios de la magia simpatética: lo semejante produce lo semejante. Pero hemos olvidado el origen de los ritos, que ya son sólo tradición sentimental o repetición neurótica. De todas formas, no hacen falta la religión ni la antirreligión para darse cuenta de que sin luz no hay negocio y de que los campanilleros y los árboles con gorros encendidos animan al consumo. Sin embargo, el PSOE sigue creyendo que, en el fondo, el PP está haciendo beatería con las bombillas, y eso les fastidia más que lo que cuestan (podrían preocuparse por otros lujos y excesos suyos). Ellos ponían las mismas luces pero lo hacían, como decía Torrijos, el concejal sevillano de IU, por el Solsticio de Invierno. Así que el problema es el nombre, la Navidad, y no una cosa de eficiencia eléctrica.

A mí no me molesta la Navidad. El sentido y la profundidad de estas celebraciones van más allá del cristianismo y de El Corte Inglés, y la luz que alumbra al Dios Niño de muchos es la misma que nos recuerda nuestra conexión con el universo y los ciclos eternos en los que nos movemos. La Navidad es metarreligiosa le pongan el nombre que le pongan. Y a mí me gustan las calles iluminadas y los espejos caídos del cielo y que mi señora toque el piano para que yo tararee por Sinatra canciones sobre nieve, papanoeles y pequeños dioses que no hay.

1 comentario:

Uno con luz propia dijo...

Todavía podría ponerse mas luces, las que les faltan a ellos...