
Se habla de la tercera España, la que no vemos porque esta pelea de viejos soldados se lo lleva todo. Es la España que no quiere esta guerra icónica, esta reyerta de nuestros abuelos, este choque de estandartes a siglos de los hechos. Y es la España (y la Andalucía) que yo espero, la que no es forofismo y aún puede ver cuándo un modelo, una política, simplemente ha fracasado y hay que intentar otras cosas sin que eso sea ninguna traición. Las ideologías cosméticas y sentimentales llenan la campaña y es como si el PSOE fuera con ese chándal de torero haciendo el paseíllo de unas ideas que sólo son pellejos en perchas. La derecha que privatiza, recorta derechos y va a dejar en cueros a los abueletes, a los parados y a los pobres porque es así, es el escorpión sobre la rana, como en la fábula. Y la izquierda, por el contrario, que se preocupa por lo público, por la sanidad, por la educación, por que a nadie la falte la papilla. Mientras pasean estos muñecotes, España puede entrar en quiebra. A ver qué les dice la supuesta izquierda a los prestamistas que nos dieron el dinero para hacer nuestros palacios demagógicos, nuestras autonomías imperiales y esa gran mentira de que todo pareciera gratis, que es lo que ocurre con los nuevos presupuestos andaluces, por ejemplo. Pero ahí está el PSOE toreando en chándal, loco en pijama y sin toro (el toro quizá es el dinero), componiendo el tipito ante la muerte. Y la tercera España (y la tercera Andalucía) quizá es la que se da cuenta de la trampa y quiere al buen político en vez de al rejoneador disfrazado, y puestos de trabajo en vez trincheras o burladeros.
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