6 de febrero de 2013

Hoy viernes: Escuela de cinismo (01/02/2013)



José Antonio Sáenz de Santa María, aquel general todavía de cinturón alto que llegó a mandar en la policía con la UCD, dejó esta conocida sentencia: “En la lucha contraterrorista hay cosas que no se deben hacer. Y si se hacen, no se deben decir. Y si se dicen, hay que negarlas”. A Umbral le parecía “una frase de mármol histórico, escuela de cinismo político y realismo inmediato”. ETA ya no es ese quiosco de la muerte en la calle, aunque le quedan el hambre totalitaria, el matonismo ideológico y los tallos nacidos de todos sus cadáveres ahogando cada cosa que dice. Pero la frase del general de bigotillo ya ha traspasado aquella guerra para impregnar toda la política. Es el manual de cinismo que aplican los partidos, los trinquen en un chanchullo en una feria municipal o en sus ministerios con carros mitológicos cayendo de la azotea.

Esta democracia nuestra, apresurada, posibilista, vino a ocupar sin haberlo barrido del todo un franquismo que quedaba en las estatuas, los cuarteles, los maestros y hasta en los edificios ministeriales de aquel Madrid de los paletos del Circular. A mí me gustaba pasear por la Castellana y los Nuevos Ministerios, esperando a una novia que trabajaba en el de Economía y que me hablaba de los ministros como una suegra, cosa que tenía gracia. Aquellos edificios todavía parecían alquilados a una monja o robados a una comandancia de marina, o lo eran. Y es que hicimos la democracia como una mudanza, sin la costumbre ni la civilidad de la democracia, con buenas intenciones y malos hábitos, y con más chaqueteros que creyentes. Hicimos lo que pudimos para no volvernos a matar y nos salió una transición a la modernidad un poco al estilo Curro de la Expo, con unos partidos imperiales por querer hacer una democracia de bulto. Habiendo conseguido muchas cosas, hemos terminado en el cinismo como política y en la corrupción como sustento. No es que haya corruptos, sino que nuestro sistema ha permitido que la corrupción sea fácil, indolora y rentable. No es que haya corruptos, es que sin la corrupción los partidos se vendrían abajo con las rodillas quebradas.

Que cada uno coja sus nombres, sus casos, sus partidos preferidos, que se distraiga en pesar la culpa, el asco, el interés, la indulgencia… Todos los que han tenido poder están en el saco con sus monedas y gusanos. Todos están pringados porque ninguno puede salir de la charca sin ahogarse. Pero se limitarán a seguir el dicho de aquel general que pasó del franquismo a la democracia sin cambiar de barbero, como hizo toda España. Los partidos no se van a suicidar amablemente ellos solos. Habría que cambiarlo todo, pero el corral es de los zorros y no se conocen buenas leyes hechas por los mismos condenados. Sólo UPyD parece conservar la inocencia, pero no sé cuánto les durará. Y encima, nos pilla este despertar en medio de una mortal cornada económica y social. No es fácil. Pero se podría empezar por no aplaudir ni votar su cinismo.

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