15 de febrero de 2013

Hoy viernes: Nicho de empleo (08/02/2013)


Nuestros jóvenes están perdidos porque no saben dónde se estudia para eso de mediador, comisionista, hijo de Chaves o amigo de Felipe González. Antes uno quería ser abogado, maestro, médico o perito, que sonaba a confitero de obras. Ahora creo que nada de eso existe ya, sólo hay coaching, management y consulting, que es como si las empresas fueran una teletienda o una secta. Entre una escuela que ya no enseña romanos ni geómetras, una sociedad dividida entre canis y gurús, y esta puñetera crisis, los jóvenes que no quieran ser raperos ni cienciólogos de oficina sólo huelen dinero claro alrededor de la política, que con los últimos escándalos se publicita como una estación de esquí. Sin embargo, el joven emprendedor se encuentra con que no hay enseñanzas regladas para lo único que da pasta aún, eso de estar abejeando alrededor del partido y celestinear con el dinero público. Nadie se ha preocupado por hacer siquiera un grado medio o al menos un curso de FPO, de esos de boli y carpetilla de la Junta, con este gran nicho de empleo, que se dice ahora. Algo como ‘Gestión de mordidas’, ‘Amiguismo y enchufes en la Administración’, ‘Aprovechamiento del clan político’ o así.

Está bien que haya habido pioneros, autodidactas que abrieron el camino trabajándose concejalillos, marisquerías, carguetes, boites, ex ministros, noches, así a pelo, sin idiomas, masters ni título oficial. Hemos pasado una época fundante o precaria en la política en que a los conseguidores les bastaba la vocación, la voluntad, el don de gentes, la cara dura, los conocidos adecuados. Se criaban rozados en el ambiente, como esos niños incluseros que crecen en un burdel; maduraban entre los fluidos y olores palanganeros de la política y su dinero, en sus juventudes, en un sindicato lateral, en un despacho vecino o en la güisquería del final del día; hacían de cerilleros o recaderos o simplemente iban aprendiendo en la cercanía, observando, convidando, roneando. Y todos soñaban con su primera subvención amañada, su primer contrato a dedo, su primera comisión ilegal, igual que un chiquillo sueña con una bicicleta roja y brillante como un acordeón. Aunque otros ya nacían herederos y hacendados, con negocio de familia. Pero aun así era la transmisión como alfarera de una bella tradición, como una antigua receta de monja. Sí, han sido tiempos hermosos, románticos. El listo, el pillo, el cojonudo español sin más escuela. Les debemos mucho. Pero ya no se pueden hacer las cosas así. Urge que la Junta y el Gobierno regulen los títulos para este gran nicho de empleo. Así, con sus papeles, la nueva generación de una democracia ya consolidada se podrá presentar a convocatorias y oposiciones para negociar mordidas o mediar en un ERE con el que montar un negocio en el Caribe. Mucho mejor que ser product manager, que al final resulta que es vender máquinas de coser o hacer de comercial de champús.

No hay comentarios: