Luto. El martes, los reporteros de Andalucía directo vistieron de luto para protestar por su lastimosa situación laboral, y pensé que ese negro era el crespón de toda la cadena pública y de toda la Autonomía con velos por la cara, con muertos puestos de pie, con máscaras de cera, con resurrecciones siempre aplazadas. La muerte de la dignidad, de la verdad, su olor a podrido camuflado con incienso o flores machacadas, todo eso, la Andalucía oficial y su espejo, su televisión de partido. La Junta Electoral andaluza va a abrir un expediente a la RTVA por “vulnerar el principio de neutralidad informativa” en el inicio de la campaña. Lo comentamos aquí. El PSOE encendía sus bengalas, como en una nochevieja de trasatlántico, pero el PP no salía. Mar Arteaga tardó media hora en pedir disculpas. Lo achacó a un fallo técnico. Cuando al fin Canal Sur emitió las imágenes del arranque de campaña del PP en Cádiz, hizo que las precedieran las del PSOE, otra vez. La muerte del pudor, de la decencia, de la libertad. Los reporteros de Andalucía directo, de negro, hacían juego con esta procesión de la Andalucía difunta o catatónica o amomiada, gran nido de cuervos, festín de insectos, vampiros, listillos, arrimados, antropófagos. Luto por esta triste viudez nuestra, por este larguísimo enterramiento en vida...
28 de febrero de 2008
Somos Zapping 28/02/2008 (Especial campaña)
Grogui. Con luz de lechería, con temperatura de gallera, el debate a cuatro, en falso directo, puso a Andalucía en la mesa de las autopsias. Hubo un envenenador y tres traumatólogos, hubo un rapsoda y tres exorcistas. En el plató como un comedero, las fieras rondaron a la Andalucía falsa de Chaves, que sobrevive como un barco fantasma, impulsado por la sola lentitud de su sombra. Un círculo de diferentes ideologías apretaba el cuello del presidente andaluz para estrangularle su autonomía del escaparatismo, del cartonaje, del subidón. La izquierda de siempre, la derecha más o menos maquillada, el andalucismo de colage, todos lo iban ensartando a cifras, a verdades, a vergüenzas. Chaves empezó como si estuviera en Tecnópolis, con la fluoresecencia mentirosa de las células madre, con la tecnología de los calambres. Ahora nos quiere alimentar con sopas de moléculas y electrones, aquí en esta tierra desindustrializada, campeona del paro, de una pobreza ya tísica. Pretenden gobernar 30 años y su presentación en el debate fue el quimicefa con el que ellos juegan, mientras las estadísticas nos hunden en todos los fangos posibles, de la economía a la educación, de las infraestructuras a la cultura. Entonces supe que le iban a dar fuerte y flojo y desde todas las esquinas ideológicas. Chaves fue un pimpampum. Arenas, aunque reservón, lo sacó de sus casillas. “Todo malo, todo malo”, interrumpía Chaves. “No, si le parece le vamos a aplaudir; ya se aplaude bastante usted solo”, le contestaba Arenas. Valderas le recordó la traición a los pobres. Julián Álvarez, que tiene coherencia y buen discurso, que estuvo hasta brillante (por eso decepciona más la afectación de la que peca su andalucismo), le acusó de no haber manejado bien los recursos de los que ha dispuesto, de que su Andalucía al máximo es en realidad el conformismo de la mediocridad, el no saber ir más allá. Inseguro, balbuceante, Chaves tiró de soberbia: “La credibilidad la dan los votos”. No, la credibilidad la da el que las palabras se correspondan con la realidad, con la verdad. Chaves acabó grogui. Adelgazado en su camisa, parecía una tortuga vieja.
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