No sé si Anguita salvará a la izquierda, a su izquierda, la vieja o la verdadera o la nueva o la que hayan hecho engastando o acomodando a lo que iba viniendo aquellas máximas de otro siglo, que sonaban a desmotadora. La refundación puede ser un cambio o un encastillamiento. Pueden derrocar a los viejos fetiches y barbudos, renunciar a la revolución y a quemar a los ricos junto a su dinero, volar con los pájaros, adorar al sol hecho con ceras de la ecología, tragar lo justo con el capital y buscar un hueco a la izquierda de la socialdemocracia tibia o traidora. También pueden refugiarse en los orígenes, en la pureza del paraíso perdido, que es siempre una tentación ante la crisis (y un pensamiento muy cristiano, también). Pueden convencerse de que el comunismo verdadero nunca se llevó a la práctica porque lo pudrieron entre Stalin y otros con guerrera, pero seguir creyendo en el estado monstruo, en los koljoses, en los ejércitos de campesinos y en la igualdad como pobreza repartida o mera uniformidad. ¿Tiene sentido hoy una izquierda anticapitalista, o eso sólo es un llamamiento al ridículo? ¿No se deberían buscar otros horizontes y otros ideales? Creo que esos ideales están ahí: laicidad, republicanismo y un Estado que equilibre las desigualdades del liberalismo sin llevarnos en reatas y sin amordazar los derechos individuales. Pero no sé si en Izquierda Unida, que quizá son demasiadas izquierdas, y a veces tan folclóricas, estarán por la labor. ¿Cómo cuadrar en un mismo proyecto a ácratas, marxistas, pintores del arco iris, guerrilleros, guitarristas, pasotas, utópicos, okupas, rebeldes, antisistema, labriegos y bohemios? Entre ser lacayos o mendigos del PSOE y querer convertirnos en Cuba, creo que hay lugar para otra izquierda, una izquierda con la que me gustaría contar. ¿Se habrá dado cuenta Anguita, o sólo ha llegado ahora a reclamar, en la era de Internet, otro novecentismo fundado en los incendios y las mieses? Digno y empecinado, me gustó Anguita. Sólo necesita algo más de pragmatismo. Y librarse del siglo pasado. Creo que alguna vez soñé con un Partido Republicano de izquierdas que no pareciera un museo alfarero. ¿Habrá soñado también Anguita con eso?
1 de mayo de 2008
Los días persiguiéndose: Anguita (01/05/2008)
Es la medalla de Nobel que le queda a la izquierda y tiene el corazón remachado con todos sus viejos metales, pero todavía me gusta cómo le suenan las verdades, a eso mismo, a metal, a Bruckner de su ideología. De verdades y martillazos estaba llena la entrevista que este periódico le hizo a Anguita. Anguita ya posee la nobleza de la edad o del oficio, como les pasa a los árboles. Frente a la falsa política de la mercadotecnia, de la demagogia, su estilo le hace parecer que habla en verso igual que un mosquetero. Lo llaman iluminado, mesías; lo acusan de acompañar sus recitativos con órgano como el Jesús de las Pasiones de Bach, de practicar un comunismo levítico, y sin embargo yo veo a un hombre con principios que nunca ha dormido con las meretrices que pone en los caminos la política. ¿La reforma estatutaria?: “Un churro”. ¿La monarquía y su encarnación posibilista en el juancarlismo?: “Una excrecencia del pasado”. ¿La autonomía andaluza?: “¿La autonoqué?”. Esto se llama hablar claro, justo lo que han abandonado los políticos de la sonrisa, la componenda, el arrimismo y el caramelito para bobos. La sinceridad, la dignidad y la honradez deberían ser previas a la ideología. Por eso Anguita parece un caballero entre patanes, que aún lo trae un cisne como a Lohengrin. No hablo, como digo, de sus ideas, sino de su actitud.
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