Esta política, este sistema, están enfermos. Lo han podrido el tiempo o la ambición, lo han pervertido caciques demagogos, muertos de hambre codiciosos e intrigantes, trepas ineptos, pero también la inocencia o la pasividad de una sociedad adormecida y sin verdadera cultura democrática. En algún momento hemos olvidado lo que significaba la democracia y por eso estos gobernantes nuestros se creen dueños. Andan ensoberbecidos, impúdicos, llamando al hermano enchufado para la foto, contratándose a ellos mismos con dinero de todos, confundiendo la mayoría parlamentaria con la impunidad. Admitamos la culpa. Nosotros, los andaluces, les hemos enseñado, se lo hemos permitido y han ido creciéndose, engordando en su avilantez legislatura tras legislatura. Nosotros hemos gritado nuestro particular “vivan las caenas” en nombre de falsas ideologías y poses de progreso, o contra enemigos fantasmagóricos de nuestro pueblo o nuestras esencias. Pero la honradez debe ser previa a la ideología, y me refiero tanto a la de los actos como a la honradez intelectual. Un gobernante que piensa, como Chaves, que la mayoría en las urnas deshace o autoriza las mentiras, los incumplimientos y los abusos ha llegado a una corrupción más allá de los hechos, esa corrupción intelectual, como con base teológica, que ya puede justificar cualquier tropelía. Hubo un tiempo en que ni un gorrión caía si no era voluntad de Zeus. O así lo creían los hombres. Ahora, nada se mueve, nada crece, nada ocurre en Andalucía sin que lo dirija o lo vigile el Partido. Los gorriones sindicados, los funcionarios en falange, los andaluces como muñequitos que manejan desde el Olimpo de la Junta. “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”, dijo Schiller. Contra la corrupción, contra el despotismo, contra la arbitrariedad, contra este poder absoluto con que nos asfixia el PSOE andaluz, ni los dioses ni los ciudadanos parece que lo intentan siquiera.
22 de mayo de 2008
Los días persiguiéndose: Poder absoluto (22/05/2008)
Desde Chaves, viejo como un galápago, hasta el último escalafón de doctores, empresarios, maestros, cantaores o friegasuelos, planea el Partido cubriendo Andalucía entera igual que una gran ala membranosa, como cuando en las películas tapan la luna los murciélagos. De los palacios a las cocinas, los comisarios políticos, los chusqueros arrimados, los servilones mediocres manejan esta tierra para el poder. Hay que tener a un político de la Junta o a su mandado en la mesa o al teléfono ya quieras que sobreviva tu empresa, que no te quemen la cátedra, que te cuelguen cuadros en las exposiciones, que te llamen para una conferencia o que no te manden a hacer fotocopias de tu currículum o de tu culo. Todos los ámbitos de la actividad económica, educativa, artística, profesional, social en Andalucía están poseídos por esa superestructura que no es lo público sino una monstruosa tumoración de lo público, maraña de negocios, propaganda, favores, castigos, calladas, regalías, clientelismo. Suelo contar que un amigo me dijo una vez que ni en la Cataluña de Pujol había visto semejante dominio de una casta política sobre todos los órdenes de la vida de una sociedad. Ya no es sólo el funcionamiento de los servicios públicos, orientados y sometidos a la consecución de objetivos políticos como nos enseñan, por ejemplo, el manifiesto de los médicos del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, las protestas de los profesionales de la educación o el lacayismo de la RTVA. No, es también todo lo demás, lleno igualmente de alguacilillos, manejadores y hasta rompepiernas que trabajan para el poder y le llevan Andalucía entera en alforjas como una cosecha diaria, como una obscena recaudación.
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