
La trampa del pueblo. Ser el pueblo, identificarse con el pueblo, hablar por el pueblo. Es la metonimia malvada a la que llegan todos los totalitarismos y este régimen que sufrimos va adquiriendo cada vez más esos tics y pestosidades tan peligrosos. El PSOE afirma que tiene una “alianza estratégica” con los andaluces, cualquier crítica a ellos la hacen crítica (o traición) a Andalucía, más que un gobierno son la encarnación del espíritu hegeliano de esta tierra, el Volksgeist sentado a una mesa redonda. Es pavoroso porque esto significa que desconocen lo que es la democracia en un Estado de Derecho. Pero nuestra cultura democrática es tan pobre que aún se permiten usarlo como anzuelo y como zalamería. Ni el Estado ni la Autonomía son la suma ni la media ni la mayoría de las opiniones, ideologías o sentimientos de sus ciudadanos, sino el contrato que asegura sus libertades en un marco común que está por encima de todo eso y que es precisamente lo público. Gobernar Andalucía no es ser Andalucía, ni personificarla, ni hablar por ella. No entender algo tan básico sólo puede venir de la ignorancia más penosa o de la maldad más cruel. En cualquier caso, deplorable. Pero así lo hacen, continuamente, tanto los políticos que nos dirigen como sus poderes laterales. Veo un anuncio de Canal Sur Radio en el que afirman que son “la voz de Andalucía”, pero si esto es una democracia Andalucía no tiene una voz, sino muchísimas. Y sin embargo ahí están ellos, creyéndose enviados, delegados de toda una tierra, homogeneizada y simplificada. Es una trampa obscena pero efectiva, porque así las críticas que se les hagan se convierten automáticamente en insultos a todo el pueblo. Veo también a Juan y Medio con Quintero, y hasta él usa el truco. ¿Cómo se atreven algunos –venía a decir-- a meterse con esos viejitos que han “levantado” esta tierra porque digan “pograma”? No, en realidad nos metemos con los que los usan para sus intereses, con los que creen que la vulgaridad y la incultura no deben dar pena, sino risa y orgullo de alguna “pureza”. Nos metemos con los que halagan la ignorancia del pueblo porque sólo desean que se mantengan en ella para que así nunca puedan hacer uso de su libertad, cosa que sólo es posible con el conocimiento y el espíritu crítico. Nos metemos con los políticos y sus lacayos que atontan a la sociedad y aún tienen la desfachatez de decirnos que reprobarlos a ellos es despreciar al pueblo. Nos metemos con todo ese filofascismo disfrazado de ternura. No, ellos no son el pueblo. Son, si acaso, sus dueños o sus chulos.
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