La mañana preparaba sus alfombras y todo parecía un preludio wagneriano para Arenas, crescendo escenificado por ponentes, invitados y la voz un poco afónica o con bufanda de Teófila Martínez. Cuando se empezaron a votar resoluciones, esas cosas que hacen en estos congresos para que no se crea que todo ha sido una peregrinación, hubo quién manifestó la duda de que se hubieran repartido cartulinas con el “no”. En esto, todavía no hay distingos entre partidos. Los partidos cantan a la democracia hacia fuera, pero hacia dentro lo que hay es filas de soldados y órdenes con señorío y verticalidad. Llegué a ver dos noes, cuando se votaba la ponencia sobre su “andalucismo constitucional”, pero nadie se acordaba ya de ellos cuando los refuerzos, de aquí, del resto de España o de un dulce limbo de no-muertos, volvieron a florear a Arenas y a hacer rodar por el salón las cabezas de Chaves y de Zapatero, como pelotas hechas de calcetines: Soraya Sáenz de Santamaría, que parecía una niña con cerillas; Esperanza Oña, descargada para el evento de sus abalorios y collares de candelabros; Pío García Escudero, que empezó hablando de toros; y Gallardón, como un relevista de sí mismo. Tuvimos hasta una aparición enlatada de Manuel Pimentel (él ya era el centro antes de que Arenas enmarcara esta consigna), un vídeo en el que habló con palabras de monje copista sobre la cultura y el talento. Uno sigue diciendo que el PP (y Andalucía) perdió con Pimentel a un gran político, pero toda guerra tiene sus caídos.
Cuando Arenas empezó a hablar, se apartaron las nubes. Se llevó diez minutos dando las gracias, se emocionó recordando nombres como el tito de todos, pero pronto llegaron los mandobles, sin dejar de hablar de ilusión, ganas, optimismo, orgullo. No dijo nada nuevo, pero tampoco se esperaba. Para ganar, va a echarse a la calle. Sin embargo, otra vez siguió el mismo discurso que los obispazos con el aborto, la muerte digna y la EpC. ¿Todavía no ha aprendido qué es lo que les da tufo de derechona? Todos votaron luego por estirar las piernas y salió el muchacho de la película con números búlgaros. Sí, éste es su congreso, pero cuidado con los personalismos. Sólo en el cine gana el héroe solo, y sin que se le caiga el sombrero. Y a veces, ni ganan.
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