22 de septiembre de 2008

Congreso PP-A: Braveheart (21/09/2008)

El día de la apoteosis de Arenas, la gente le fue haciendo desde temprano escalinatas, jardines, pirámides. Este congreso ya parecía ayer la playa de Troya, con ruido de escudos y el templo de Apolo a la vista. Traían para el asalto sillones desde fuera, como si fueran catapultas, madres o novias de soldados y naves de Madrid. A Javier Arenas lo están haciendo héroe de una manera escultórica, carolingia y un poco ridícula. Ya le inventan hasta milagros, y aunque todavía no han dicho que nació de una virgen o que lo sumergieron en la Laguna Estigia, Antonio Sanz le atribuyó el primer día la hazaña de haber recorrido Andalucía 8.300 veces. Poco antes, los que estábamos en el pabellón creímos que nos iban a pisotear caballos o que Excalibur nos iba a rozar la espalda cuando sonó una música épica entre Braveheart y la venganza de los Sith. Desde la mesa del congreso, lo que seguía pareciendo Arenas era un Robocop que daba abrazos. Se están pasando, y aunque este PP andaluz es decididamente presidencialista, en política aún debería haber diferencia entre la unanimidad y el chamanismo. Todavía no había hablado Arenas, pero ya dejaba estampas de Imperator y hasta de madonna renacentista, cuando ayer se le acercó su hijo pequeño para sentarse en su regazo, seguido por todas las cámaras. Estuvo feo usar al hijo para la foto, que los políticos así recuerdan al hombre del saco y a que lo suyo consiste en engañar con piruletas. Hay trucos, arengas y estética de guerra en este congreso en el que a Arenas se le entregó ayer una espada flamígera. Pero es la misma guerra de siempre aquí, en la que ya deberían saber que no bastan los timbales y el vudú.

La mañana preparaba sus alfombras y todo parecía un preludio wagneriano para Arenas, crescendo escenificado por ponentes, invitados y la voz un poco afónica o con bufanda de Teófila Martínez. Cuando se empezaron a votar resoluciones, esas cosas que hacen en estos congresos para que no se crea que todo ha sido una peregrinación, hubo quién manifestó la duda de que se hubieran repartido cartulinas con el “no”. En esto, todavía no hay distingos entre partidos. Los partidos cantan a la democracia hacia fuera, pero hacia dentro lo que hay es filas de soldados y órdenes con señorío y verticalidad. Llegué a ver dos noes, cuando se votaba la ponencia sobre su “andalucismo constitucional”, pero nadie se acordaba ya de ellos cuando los refuerzos, de aquí, del resto de España o de un dulce limbo de no-muertos, volvieron a florear a Arenas y a hacer rodar por el salón las cabezas de Chaves y de Zapatero, como pelotas hechas de calcetines: Soraya Sáenz de Santamaría, que parecía una niña con cerillas; Esperanza Oña, descargada para el evento de sus abalorios y collares de candelabros; Pío García Escudero, que empezó hablando de toros; y Gallardón, como un relevista de sí mismo. Tuvimos hasta una aparición enlatada de Manuel Pimentel (él ya era el centro antes de que Arenas enmarcara esta consigna), un vídeo en el que habló con palabras de monje copista sobre la cultura y el talento. Uno sigue diciendo que el PP (y Andalucía) perdió con Pimentel a un gran político, pero toda guerra tiene sus caídos.

Cuando Arenas empezó a hablar, se apartaron las nubes. Se llevó diez minutos dando las gracias, se emocionó recordando nombres como el tito de todos, pero pronto llegaron los mandobles, sin dejar de hablar de ilusión, ganas, optimismo, orgullo. No dijo nada nuevo, pero tampoco se esperaba. Para ganar, va a echarse a la calle. Sin embargo, otra vez siguió el mismo discurso que los obispazos con el aborto, la muerte digna y la EpC. ¿Todavía no ha aprendido qué es lo que les da tufo de derechona? Todos votaron luego por estirar las piernas y salió el muchacho de la película con números búlgaros. Sí, éste es su congreso, pero cuidado con los personalismos. Sólo en el cine gana el héroe solo, y sin que se le caiga el sombrero. Y a veces, ni ganan.

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