16 de septiembre de 2008

Somos Zapping 7/09/2008

Tontos del pueblo. Se empeña en exagerar eso de hablar con papas en la boca y se le nota una querencia a lo pueblerino que le pone como alpargatas ante la cámara, pero a pesar de esto, sigo creyendo que Manu Sánchez tiene ingenio, todavía por desbastar, eso sí. Sin embargo, falta mucho para tener en él a un Buenafuente andaluz, que es lo que intenta. Manu sigue en su plazoleta, no se quita la pinta de maletilla del humor, un humor de corto alcance, como de su pedrada, por esa incapacidad de escapar de lo local, maldición de todos los humoristas de esta tierra. Su reciente intento de hacer de un paisano suyo un nuevo Chiquilicuatre ha resultado bochornoso. Aún hay diferencia entre la parodia y la exhibición de monstruos de verbena. Creo que no he terciado mucho en aquella polémica, ahora pasada, del Chiki-Chiki, pero a mí me divirtió mucho esa pantomima nada chusca, sino al contrario, muy pensada y calibrada, que pretendía ser una mofa de la música basura triunfante hoy en día, cosa que consiguió dejar patente precisamente con su éxito. Pero el José Pardo que nos presenta Manu no es un actor en el papel de enseñarnos lo estúpida que sigue siendo la masa, sino un señor con un plomillazo dado, más en la línea del frikismo morrallero de Jesús Quintero que otra cosa. Vi a este José Pardo con pinta de taxista cantando su Atanafúa, que así se llama el malparto, un interminable berreo acompañado del desguace de una guitarra, mientras Manu bailaba con un raro estilo Pulp Fiction cani, y se me cayó la cara de vergüenza. Aún más cuando este tipo nos mostró su otra habilidad, que es recitar con la misma voz de monseñor Amigo la homilía de la boda de la Infanta Elena. Ya está bien de hacer televisión con los tontos del pueblo y además pretender que eso sea humor inteligente de los gafitas, en el caso de Manu, o etnografía de tasca, en el de Quintero. Vamos a terminar pensando que los tontos del pueblo son ellos.


Bandoleros. Andalucía es su nombre sigue intentando hacer “realidad nacional” de esta tierra a base de épica autonomista, historias muleras y unos guiones como sacados de un almanaque de caja de ahorros. A los bandoleros andaluces dedicó un reciente programa, cosa que uno considera un acierto en esta época de bandidaje. Eso sí que forma parte de nuestra idiosincrasia actual, el mangar, el llenar alforjas, el entrar a saco con la faca, el poner el trabuco en el pecho, y encima hacer con eso héroes del pueblo. Con la cursilería tremolante que caracteriza al programa, nos invitaron a pasear por el “atlas sentimental de la delincuencia” y pensé que nada podía ser más andaluz que eso, aunque mejor que por las serranías del XIX deberían pasearse ahora por la Costa del Sol, por los ayuntamientos podridos y por los despachos covacheros en los que se cuece la corrupción política y urbanística. El programa todavía parecía dejar como excusa para el bandolerismo nuestra pobreza o la gloria de la ópera. Más difícil resulta encontrar una excusa para el expolio y el emputecimiento de lo público que hacen ahora entre unos y otros. Quizá sólo nuestra abulia, nuestra dejadez, que hace aquí más realidad nacional que los bandoleros con patilla y el pan con estrellas de los montes.


Matanza coplera. Ya tenemos de nuevo Se llama copla, y desde el casting, desde la primera cosecha callejera de andaluces luneros, como clavellinas del pueblo. Lo anunciaban con uno de los Vier letzte Lieder de Richard Strauss de fondo, nada menos, quizá como burla a la buena música, antítesis de este programa. Pero yo tenía curiosidad por verlo porque Eduardo Bandera adelantaba que “sólo 50 participantes han sobrevivido al casting”, así que quería saber cómo habían ido matando a los demás. ¿Nos matarán un día también al resto de los andaluces no suficientemente copleros? Pero no, no los mataban, es que el presentador había dicho una tontería. No los mataban pero por si acaso los participantes se persignaban y hasta se encomendaban a la Virgen del Rocío: “Eso es lo primero”, explicaba uno de estos modelos de buen andaluz. El andaluz de tapetillo de televisor pasó el casting y sobreimpresionaron este rótulo: “¡La Virgen del Rocío ha escuchado sus oraciones!”. Ya ven lo que nos queda que aguantar.

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